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Contenidos resaltados: Antropología del habitar (III)

 

Se considera comúnmente que el lugar por antonomasia del habitar es la casa, en cuanto espacio asociado con nuestra identidad como sujetos individuales y culturales. La idea de casa está relacionada con la noción de abrigo, de techo, de protección, pero también con la idea de centro y de punto de referencia, ordenador del mundo del sujeto.

Giglia, 2012: 9

Si el lugar por antonomasia es la casa es, precisamente, porque la noción de casa es, antes que un abrigo, un lugar. Es que podemos carecer de abrigo, pero siempre estamos al amparo de un lugar, por precaria que sea nuestra situación. Estar fuera de lugar es errar desubicado, desamparado de una condición tan elemental de nuestra existencia que corre siempre por debajo de la situación de confort, por los fundamentos mismos de la vida. En cambio, podemos sentirnos como en casa en todo lugar que se nos abra hospitalario, por más que no sea otra cosa que una humilde habitación de hotel o aún de un hospital. Pero también puede ser tan hospitalario un banco en un parque, o aún, un cierto peldaño en una cierta escalera. Es el cuerpo el que decide tener lugar.

Pero es más cierto aún que la casa, como lugar por excelencia que es, constituye un centro, un foco, un origen de coordenadas topográficas. Un punto cero del habitar. Pero aun los que habitan en una circunstancia desposeída de techo, para los caminantes rurales y los vagabundos urbanos, el lugar del punto cero lo llevan siempre consigo. Porque quizá una de las más extremas formas de la miseria sea que no contemos por punto cero del habitar más que con nuestro propio frágil cuerpo, allí donde nos encuentre el capricho del tiempo. La casa es la envoltura cultural consolidada de ese aquí que portamos en nuestra endeble constitución existencial.

 

Ref: Giglia, Ángela (2012) El habitar y la cultura. Barcelona, Anthropos, 2012

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