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Valor de las ventanas

Otto Scholderer (1834 – 1902) El violinista en la ventana (1861)

A veces se olvida que una ventana es el primer paso para poder llegar tomar conciencia de nuestro lugar en el mundo. Para mirar y también poder reconocernos mirando. Aunque la ventana no pueda abrirse y no permita que entre aire fresco. El poder ver las cosas es el primer paso para alcanzarlas. Para soñarlas.  
Antonio de Molina, 2017

Toda reflexión sobre los elementos arquitectónicos puede recomenzar si se parte de la premisa en que cada uno de ellos es habitado por las personas.
Lo que hacen las personas habitando las ventanas es sustancial para arrojar una nueva luz sobre una perspectiva embotada por la cosificación. Puede que, como simple cosa, una ventana no sea otra cosa que una estructura de madera y vidrios que se sitúa en los muros, pero si se considera cómo se la habita, la cuestión cambia radicalmente de cariz.

Para la vida de las personas, una ventana es un umbral que obra como pantalla de proyección mutua entre el paisaje circundante y quien lo aprecia, cobijado tras su amparo. Por esto, al vedar el paso regular y permitir la participación sensible de las distancias, una ventana constituye el lugar más indicado al ensueño del habitar. Por esto, una ventana es, para cada habitante, una oportunidad para situarse ante el mundo de un modo especialmente señalado. Por esto, una ventana es un componente esencial del derecho humano a habitar la persona su lugar en el mundo.

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