Émile Georges
Weiss (1861- 1929) El juego del ajedrez
(1897)
Ya
resuelto el arduo traspaso del umbral, el cuerpo procede a trasformar su marcha
en exploración prospectiva.
Se
excava la atmósfera del ámbito con pasos circunspectos que se detienen, con
mucha precisión allí en donde la exploración resulta suficiente, dadas las
circunstancias. Allí donde llegan los pasos, allí se constituye un aquí pleno y relativamente triunfante.
Hay conquistas más arduas, pero todas comienzan con dirigirse, paso a paso, a
un aquí.
Entremos
en la habitación ilustrada. Según nuestros roles y status nos dirigiremos a
distintos lugares; en cada uno de ellos constituiremos un aquí concreto. Esto
supondrá que nuestro cuerpo se desplazará según una tasa y una traza hacia su lugar.
¿Cuántos
pasos y en qué dirección se suceden hasta culminar la plena y satisfactoria
entrada en una habitación? Esta es una medida arquitectónica variable y
crucial: la forma de la propia habitación y su destino habitable le deben no
poca cosa. Quizá constituya un eje
efectivamente vivido, por oposición a los ejes meramente
geométrico-euclidianos de la pura cosa construida.
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