Judith Leyster
(1609- 1660) La oferta (1631)
Una
vez que la exploración prospectiva concluye, adviene la etapa propia del sentar
plaza.
Sentar plaza
quiere decir elegir un punto determinado, ocuparlo y ejercer su relativo
dominio. Las diversas circunstancias van guiando al cuerpo precisamente a ese
lugar desde el cual proyectaremos estratégicamente una irradiación de
atenciones, percepciones y juicios. No siempre sentar plaza supone tomar
asiento: la hospitalidad relativa a lugares y personas a veces nos brinda esta
posibilidad y otras, muy significativamente, la niegan.
Hay
lugares amables en donde nos espera un asiento cómodo en el que sentar plaza y
otros, más hoscos, que apenas nos dejan detenernos, expectantes, ante la
aquiescencia ajena. Otros lugares sólo nos invitan a errar sin descanso y en
compensación, nos brindan discretos estímulos para hacerlo de buen modo. En
fin, también hay otros parajes en los que sólo podemos vagar sin ton ni son: ya
son éstos anómicos no-lugares.
Todo
lugar que se precie de tal, entonces, contiene casi necesariamente al menos un
punto en donde es posible sentar plaza, siquiera momentáneamente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario