Capa de oro de
Mold
Al
construir un mundo de cosas infligimos marcas de identidad, memoria y
referencia en la piel de los lugares.
De
nuestra marcha quedan las improntas. A nuestro paso se nos van cayendo,
olvidados, los signos y evidencias de que hemos tenido efectivo lugar, allá y
hace tiempo. Los museos que custodian las cosas vibran con la queda inquietud
que todavía puede palparse en cada objeto rescatado del olvido, que conserva
una tenue pero clara evidencia que alguien ha tenido lugar allí.
Más
de alguno puede maravillarse con el brillo y la excelente factura de la capa
ceremonial de oro de Mold. Pero deberíamos prestar atención a los ecos del
débil resuello del aquel que lo portó alguna vez. Pueden escucharse, si uno
aguza el oído.
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