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Arquitecturas como conciertos para vida humana y orquesta de genios lugareños

Alvar Aallto (1898- 1976) Villa Mairea (1938)

Hoy tengo para mí que podría pensarse en la arquitectura necesaria a la existencia humana, en términos metafóricos, tal como los compositores abordan un concierto para solista y orquesta.
El solista de este bienvenido concierto es la propia vida humana, con todo su pathos, sus armonías y melodías particulares. Un solista que propone la forma de su identidad, memoria y referencia. Pero con esto sólo se tiene un componente principal.
La orquesta, por su parte, se ocupa de la expresión vibrante de la bienvenida de los genius loci,  con armonías y contramelodías de las efusiones del lugar que recibe, con benevolencia, esa vida humana que pide permiso para tener lugar precisamente allí.

La arquitectura es, así, la síntesis superior, el concierto como tal, la imbricación y mutua implicación entre la vida humana y el lugar. Ya quisiera yo concebir, en algún caso, un producto tan hondamente emocionante como en todos los conciertos que he escuchado (y escucharé) y que tan logrados me resultan. 

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