Dante Gabriel
Rossetti (1828- 1882) La Puerta de la
Memoria (1857)
En el
habitar se suceden hondas emociones en el atravesamiento de umbrales.
Trasponer
la puerta de la casa que inauguramos como nuestra siempre tiene un sentido
profundo de revelación, de iluminación, de aletheia. Pero hay un aspecto
importante en tal umbral: está dispuesto tanto para entrar como para salir. Los
umbrales recíprocamente practicables sostienen una sana alegría de vivir. Así,
es confortante contar con un umbral hacia lo propio y lo privado tanto como
hacia lo público y comunitario.
El
problema es cuando el atravesamiento de ciertos umbrales opera en un único
sentido. Cuando abandonamos nuestra casa para relocalizarnos, la antigua sigue
acechando y poblando nuestros sueños. Cuando atravesamos un umbral de
conocimiento, si bien podemos experimentar la ufanía de la evidencia nueva, no
podemos retornar a nuestro anterior estado de ignorancia o inocencia y, a
veces, esto resulta triste. Cuando la
epifanía de lo real nos abre la puerta, se nos cierra a nuestras espaldas la
creencia antigua y esto resulta algo triste, para qué negarlo.
Hay
una tristeza inherente, quizá al atravesamiento irremediable de Ciertos
Umbrales. Por eso es de prudentes considerar con mucho detenimiento tales cruces.
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