La muy fatigada figura vitruviana y leonardesca encierra un oscuro mensaje que sólo hoy podemos comprender en su clarividencia.
El cuerpo humano es una estructura estructurante (estamos
aquí en deuda con Pierre Bourdieu):
proyecta su designio fundamental sobre el lugar que habita.
- Mediante sus movimientos fundamentales erige una estructura fundamental en donde se viven primero y se comprenden en consecuencia las dimensiones espaciotemporales clásicas.
- A través de la distribución y articulación de diversas energías y percepciones se configuran ciertas figuras primarias de los lugares habitados.
- Por medio de ciertas prácticas se opera vivencialmente en la conformación efectiva de los lugares poblados e intervenidos.
- Como resultado de su condición de efectivo existente, el cuerpo se sitúa en un horizonte por el que se abisman otras específicas dimensiones.
- Por obra de una esencial actividad constructiva, el cuerpo origina ciertas protoarquitecturas que no harán sino particularizarse en los más disímiles contextos.
- El cuerpo, en definitiva, se vuelve un artífice efectivo de unas poéticas arquitectónicas primordiales, operando con los elementos fundamentales: aire, agua, tierra, fuego
Y
todas estas cuestiones provienen del fondo de la mirada que el propio Leonardo
nos propone desde su resplandor clarividente en la oscuridad del tiempo.
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