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La arquitectura interior

Amedeo Modigliani (1884- 1920) Dama con sombrero (1915)

... he entendido que la interioridad, precisamente, es no tener nada dentro: sólo una habitación, frágil como una cabaña infantil, de donde entrar y salir, donde acoger y recogerse, donde ir y volver. Su vacío, silencio y resonancia, es la condición imprescindible para no fundirse con el hilo musical del mundo.
Marina Garcés, 2013

Hubo un tiempo en que se pensaba la interioridad de las personas como el reducto auténtico de la plenitud de su ser.
Hoy los filósofos han cambiado radicalmente de parecer. Parece que hay, allí donde antes se esperaba encontrar una médula, una habitación interior. Esto parece reduplicar la condición propia, porque ¿quién es que se repliega, entra y sale, va y viene?
Por mi parte, sueño con una arquitectura interior, un paredro1 (en término que acuñara don Julio Cortázar) de la arquitectura que habitamos bajo el imperio de la vigilia. Cuando nos vence el sueño, cuando nos ensimismamos, entonces habitamos el más nuestro de nuestro mundo: un laberinto de habitaciones henchidas de sueño y significado.


1 Esto es, una figura análoga, una proyección onírica de lo vivido

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