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Habitaciones elementales (IV): Tierra

John Atkinson Grimshaw (1836 – 1893) Oro otoñal (1880)

Creemos que es posible fijar, en el reino de la imaginación, una ley de los cuatro elementos que clasifique las diversas imaginaciones materiales según se vinculen al fuego, al aire, al agua o a la tierra.
Gaston Bachelard, 1942

Habitar la tierra es situarse en un paraje bajo el sol.
Hollar la tierra en situación de establecimiento es, entonces, poblar una circunstancia, marcar un aquí en el palimpsesto del mundo. Es el primordial gesto del poder: detentar un aquí es proyectar una soberanía, es transformar un lugar en un territorio. La tierra es el lugar allí donde tiene lugar la raíz del establecerse. La tierra, de un modo especial es un componente peculiar de la economía política del habitar y constituye un bien singular en su comportamiento. En su seño yacen tanto a los antepasados como los tesoros.

Mientras que las ensoñaciones del fuego, el aire y el agua se manifiestan ilusorias y evanescentes, es en la tierra en donde aguardan las certezas ominosas de la cruda vigilia: carecer de todo lugar aunque más no fuera para otra cosa que yacer muerto, es la consigna del miedo más primitivo de pobreza.

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