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Crítica a la idea de casa como máquina de habitar

Margarete Schütte-Lihotzky, (1897-2000) Cocina de Frankfurt (1926)

Pueden señalarse tres aspectos principales en la crítica al mecanicismo arquitectónico.
El primero es que hacer de la arquitectura una máquina es operar reduccionistamente. La arquitectura no puede considerarse, en sí, como un artefacto maquinal sencillamente porque no puede soslayarse la peculiar incumbencia que tienen las personas en ella. No habitamos máquinas, habitamos lugares que no sólo nos amparan, sino que nos incluyen y comprenden en su propia definición específica.
En segundo lugar, un habitante es, en su contextura existencial, una entidad viviente mucho más compleja que un simple maquinista, operador (o sirviente) de una máquina. Un ser humano habitante impregna con su propia condición de tal el lugar habitado caracterizando de un modo propio y específico la propia arquitectura.
Por último, pero no por ello menos importante, la relación entre las personas y la arquitectura conforma una implementación simplemente hombre-máquina. La consumación propia de esta relación es finalista, no instrumental. No nos servimos de la arquitectura, sino que, al habitarla, la consumamos en su condición.

Por estas razones, la casa es mucho más compleja, rica y distinta en naturaleza que una máquina de habitar.

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