René Magritte
(1898- 1967) Imperio de la luz (1954)
De
nuestro deseo apenas si llegamos a conocer, siquiera sumariamente, sus
expresiones racionalizadas.
Este
hecho es capital para justipreciar los requerimientos que tienen como
impulsores las efectivas demandas sociales. Los requerimientos siempre son
apenas emergentes de deseos, anhelos y sueños más profundos y mal conocidos.
Pero lo que hay que satisfacer son precisamente estas pulsiones hondas que no
consiguen expresarse con claridad suficiente.
El
problema de nuestra cultura contemporánea es que el mercado ofrece con
profusión imágenes, representaciones y mistificaciones que se ofrecen como
falaces sustitutos de un deseo que yace no sólo ignorado, sino trastocado en
fantasmas ilusorios.
Si
uno le cree a la propaganda, quienes limpian sus casas ansían con fervor unas
superficies especialmente despejadas de obstáculos, brillantes y prístinas.
Pero estas representaciones se dirigen a incontables ocupantes de habitáculos
estrechos, ocluidos por el exceso de equipamiento y de limpieza problemática.
La publicidad apela con exceso obsceno al pensamiento mágico y a las emociones
que nos impone la ideología.
Es
necesario indagar a fondo en los entresijos de las expresiones racionalizadas
del deseo. Eso, en la hipótesis de que busquemos satisfacer cabalmente tales
oscuras pulsiones y no, apenas, servirnos de su constante insatisfacción
frustrante.
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