Maurice
Branger (1874- 1950) Terraza de café en
París (1925)
La
interacción social tiene una manifiesta dimensión fonotópica. Con las modulaciones de la voz y la actitud corporal,
las personas constituyen en torno a sus vínculos unas campanas sonoras que
permiten dibujar las figuras del habla sobre el ruido ambiente. Una porción no
menor de nuestros esfuerzos cotidianos radica en tales modulaciones.
Estos
esfuerzos demandan una cuota de energía corporal considerable: la interacción
interpersonal calienta el cuerpo y el ánimo. Por ello, las pausas de soledad
resultan refrescantes y reparadoras.
Por
otra parte, existe también una dimensión fototópica
que modula desde las preferidas penumbras del encuentro íntimo y la plena y
radiante atmósfera de los vínculos públicos.
Y no
hay que olvidar el papel fundamental que desempeñan las fragancias. La marca
distintiva de la civilización la constituyen las bienolientes convocatorias al
encuentro e intercambio.
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