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De la violencia urbanística


La ciudad como producto parece triunfar, pero no ha conseguido derrotar definitivamente a la ciudad como obra. En un marco general hoy definido por todo tipo de procesos negativos de dispersión, de fragmentación, de segregación…, lo urbano se expresa en tanto que exigencia contraria de reunión, de juego, de improvisación, de azar y, por supuesto, de lucha. Frente a quienes quieren ver convertida la ciudad en negocio y no dudan en emplear todo tipo de violencias para ello –de la urbanística a la policial–, lo urbano se conforma en apoteosis de un espacio-tiempo diferencial en que se despliega o podría desplegarse en cualquier momento la radicalidad misma de lo social como pasión, sede de todo tipo de deserciones y desafíos, marco e instante para el goce y la impaciencia.
Manuel Delgado, 2017

En el discurso del antropólogo Manuel Delgado se desarrolla una oposición entre la ciudad, por un lado, y lo urbano.
La ciudad, como producto, es el artefacto operado por agentes inmobiliarios, urbanistas y demás detentadores del poder económico y político. En esta perspectiva, por ‘ciudad’ debe entenderse una obra de arte cuya recurrente reelaboración constituye un negocio que no desdeña cualquier forma de violencia sobre los ciudadanos.

Opuesto a esta concepción se desarrolla, muy a su pesar, la resistencia de lo urbano. Lo urbano, en esta asunción es el proceso de la vida que se empeña en generarse, desarrollarse y reproducirse en busca de una paz tan ansiada como legítima para la condición humana. Por ello es preciso reconsiderar una disciplina alternativa al urbanismo del poder: un acondicionamiento de los lugares urbanos para que puedan ser escenarios de la palpitante calidad de lo urbano. 

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