Josefina
Holmlund (1827-1905) Paisaje costero con
barco (1879)
Habitar
el cielo implica someterse a un tono, a un estado de cosas emocional.
Allí
radica lo que se da. Allí mora todo lo que no está a nuestro alcance. De allí
proviene todo que se despeña sobre nuestra condición humana.
De la
bóveda del cielo proviene todo un orden de cosas impuesto por los azares de la
Naturaleza. En tierra, sólo podemos protegernos de sus acechanzas al abrigo de
las cubiertas, cielos otros y a
nuestro humilde alcance. Por ello el cielo es la morada de los dioses,
precisamente porque no puede alojar en su seno a los mortales.
Los
mortales somos, en definitiva, sujetos,
sometidos al imperio cósmico del cielo.
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