¿Cómo incorporar la indudable
dimensión agónica, de lucha, de juegos de poder, que en buena medida se juega
en el campo de lo imaginario, sin condenar a ese imaginario a ser mera representación
más o menos defectuosa de una realidad que se supone exterior a él? Pero
también, ¿cómo mantener esa centralidad de lo imaginario que le han devuelto historiadores,
antropólogos y hermeneutas, sin esencializarlo, sin olvidar su papel central en
los conflictos y luchas de poder? O, por decirlo en palabras de Paul Ricoeur, ¿cómo
conjugar la actitud de sospecha y la actitud de escucha, ambas ineludibles para
cualquier acercamiento a lo imaginario? ¿Cómo saber oír las diferentes maneras
en que los grupos humanos se hacen y dicen a sí mismos, sin por ello hacer
oídos sordos a los modos en que unas minorías suelen acallar las voces de los
más?
Lizcano,
2003
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