Leonardo da
Vinci (1452- 1519) La última cena
(1498)
Así
como la geometría ha sido el instrumento por excelencia del proyectar
edificios, la arquitectura humanista debe tener al cuerpo humano vivo y en
actividad como precursor.
Esto
implica que el arquitecto profesional deberá seguir con atención, calma y
empeño las líneas maestras que va dejando el cuerpo cuando habita los lugares.
Deberá ser capaz de anticipar los pasos del habitante, de abrir espacio y
tiempo para la danza de la vida, de abatir cualquier obstáculo al pleno y
gozoso arte de existir poblando los lugares.
El
arquitecto deberá asumir una nueva humildad no ya ante el Demiurgo, sino ante
el forjador esforzado de las cotidianas estructuras del vivir terrestre. El
Maestro en el Oficio lo llevamos puesto. Sólo se trata de oír sus voces. De
seguir su ejemplo.
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