No se insistirá lo suficiente en
que uno de los escenarios básicos en el proceso de socialización de las
personas no se desarrolla en instituciones primarias, como puedan ser la
familia, la escuela o las primeras experiencias laborales, sino en la calle, es
decir ese espacio entre volúmenes, inicialmente concebido para circular, pero
donde tienen lugar una maraña de encuentros efímeros, pero en muchos casos
determinantes, y encuentran su sede todo tipo de asociaciones informales
-pandillas, peñas, bandas...- en los que los niños y los jóvenes depositan no
pocas veces mucha más confianza que en el propio círculo familiar y de los que
obtienen informaciones a veces más estratégicas que las que reciben del ámbito
educativo o de los medios de comunicación. Ese entrenamiento social está
directamente relacionado con las funciones y competencias asociadas al papel
prefigurativo de la juventud en la sociedad contemporánea, en el sentido que
Margaret Mead apuntaba de heredera ya no del pasado, como en otras épocas o
sociedades, sino del futuro.
Manuel
Delgado, 2018
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