Édouard Boubat
(1923 - 1999) s/d
El río,
la ciudad, el puente y — ni hay que decirlo— la muchacha; todo tiene un destino
y una razón: la alegría simple de vivir contando con tierra, cielo y un
horizonte propicios. Para este regocijo, ningún esfuerzo de arquitecto o de
urbanista es bastante. Pero cuando una muchacha levanta los brazos con placer
allí, hemos cumplido.
Conviene
detenerse en el desencadenante, el agente eficaz del contento. Bien puede ser
un soplo de aire. La escena puede ser recurrente y habitual, pero una ráfaga
fresca puede obrar milagros en la alegría de vivir. No constituye algo que
merezca quizá la denominación de acontecimiento y no obstante se distingue con
nitidez de cualquier futilidad. Simplemente sucede y resulta bueno.
La
atmósfera acontece en la piel y los sujetos lo percibimos con placenteros
estremecimientos de la piel
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