Eero Järnefelt
(1863–1937) Ilma y Nelma Swan (1890)
La
principal sustancia arquitectónica es
la propia condición humana situada.
No es,
por cierto, una sustancia para nada inerte, sino germinal. Es pasible de crecer, desarrollarse, cultivarse. También
es cierto que ha sido objeto de soslayo, de ignorancia y de represión. Así es
que la arquitectura corriente trata con cosas construidas antes que con
personas. Pero esto puede y debe cambiar, en beneficio de la vida humana
Tampoco
carece de forma, aunque esta es difícil
de percibir con claridad todavía. Reconocer, inteligir y percibir tales formas
es tarea autoimpuesta a la Teoría del Habitar. Saber ver la arquitectura no es
ya un puro detenerse experto en los pormenores de masas y espacios construidos,
sino de observación antropológica tan rigurosa como sensible.
Pero lo
más interesante es que también tendría figura:
la contrafigura necesaria de toda arquitectura que pretenda ser viva.
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