Caspar David
Friedrich (1774 –1840) Acantilados
blancos en Rügen (1818)
Los
bordes fascinan.
Quizá
esto se deba a que participan de la constitución de lugares umbrales, toda vez
que puede uno emplazarse al abrigo del Lado de Acá y participar, expectante, de
lo que ofrece la revelación de lo Otro. Si se considera con cierto detenimiento
la cuestión, la habitación de un borde es casi la condición necesaria para la
constitución de un paisaje. El borde, real, es el marco simbólico del cuadro en
que se transforma el paisaje, mientras que lo que circula de Uno a Otro lado es
un flujo imaginativo, reflexivo y persistente.
Puede
que entre los múltiples aspectos del derecho a habitar se detalle contar con
bordes habitables dispuestos para el bienestar humano universal.
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