24 de abril de
1925, Albert Einstein y el filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira conversan en
el banco de la antigua plaza Artola, en Montevideo.
Nuestra
languideciente ciudad contemporánea precisa la siembra metódica y el cultivo
esmerado de urbanógenos, antes que sea demasiado tarde y nos encontremos habitando
el puro infierno del cadáver maloliente de la no-ciudad.
Aquí
denominamos urbanógenos a aquellos elementos, pletóricos de vida humana, que
dan origen al fenómeno urbano sano, sustentable y decoroso en su habitar. Esto
quiere decir, focos a partir de los cuales la ciudad en sí, como hecho humano
de interacción e intercambio social generalizado cobra pleno sentido. Esto
quiere decir, gérmenes de una futura ciudad digna de ser vivida por una
humanidad en el sentido más profundo del término.
Cosas
como un banco de plaza bien situado en una plaza bien plantada, con actores que
honren el lugar que pueblan. Con cosas así es que Montevideo pudo suceder un
día.
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