Jean-François Augoyard, en un
texto fundamental (Pas à pas. Essai sur le cheminement quotidien en milieu
urbain, París, Seuil, 1979), nos habló de esta actividad diagramática –líneas
temporales que sigue un cuerpo que va de aquí a allá– en términos de
enunciaciones peatonales o también retóricas caminatorias. Caminar, nos dice,
viene a ser como hablar, emitir un relato, hacer proposiciones en forma de
deportaciones o éxodos, de caminos y desplazamientos. Caminar, nos dice, es
también pensar, hasta el punto de que todo viandante es en cierta manera una
especie de filósofo, abstraído en su pensamiento, que –a la manera de los
filósofos peripatéticos clásicos; o de lo que Epíceto denomina ejercicios
éticos, consistentes en pasear y
comprobar las reacciones que se van produciendo durante el paseo; o del
Rousseau de las Ensoñaciones de un paseante solitario– convierte su itinerario
en su gabinete de trabajo, su mesa de despacho, su taller o laboratorio, el
artefacto que le permite trabajar. Todo caminante es un cavilador, rumia,
barrina, se desplaza desde y en su interior. Andar es, por último, también
transcurrir, cambiar de sitio con la sospecha de que, en realidad, no se tiene.
Caminar realiza la literalidad del discurrir, al mismo tiempo pensar, hablar, pasar.
Manuel
Delgado, 2018
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