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Insistencias sobre el estudio de la vida cotidiana

Camillo Bortoluzzi (1868- 1933) Mercado en Venecia (1894)

La experiencia vital tiene a la cotidianidad como una suerte de tejido sustentante, una localización habitual en precisas circunstancias de espacio, tiempo, figuras y formas. Esto significa que la vida cotidiana merece ser estudiada, investigada y descubierta tras esas pantallas de invisibilidad por exceso de transparencia: su presunta obviedad y la falaz creencia en su conocimiento de primera mano. Debe ser conocida en sí misma como estructura sustentante de la vida y como una manifestación recurrente de su misma sustancia.
En la medida que la cotidianidad reviste este carácter para ser abordada cognoscitivamente, es en su condición de ethos que debe ser considerada bajo un examen ético específico. Hay una ética de lo ordinario, de lo habitual, de lo corriente, que no es insignificante ni banal ni intrascendente. Esta ética de lo cotidiano y de los hábitos es merecedora de la mayor atención teórica... y práctica.
Pero lo más importante quizá radique en hacer caudal de los exámenes tanto cognoscitivos como éticos para dar forma a una techné, a un arte de vivir. Y este es el aspecto que justifica por todo lo alto el haber acometido el desafío del tratamiento profundo y detenido de la vida cotidiana.

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