Gaston Bachelard
A las
poéticas aquejadas de un falaz realismo prosaico propias de los mercaderes, que
son poéticas del suelo, cabe
oponerles unas poéticas elementales propias tanto del aire, el agua, el fuego o
la tierra.
Allí
donde empresarios y arquitectos a su servicio no ven otra cosa que suelo capaz
de explotar, crecer y multiplicarse para mejor beneficio privado y generalizado
perjuicio social, allí es donde es preciso hacer emerger intenciones,
operaciones y producciones alternativas.
Así,
será acaso posible reivindicar el aire como primer recurso arquitectónico, a
título de lugar, esto es: espacio cuanto tiempo, intervalo necesario para que
sea la vida humana la protagonista. Abogar por una arquitectura respirable y
oponerse a las constricciones del metro cuadrado de suelo construido. Luchar
por una arquitectura de magnitudes conformes y combatir los mínimos infamantes.
Será
acaso posible también imaginar una arquitectura de redes de agua nutritiva y
purificadora que abomine las ciénagas pestilentes de la ciudad contemporánea.
Una arquitectura limpia que no afrente al lago y al río que la nutre y sirve.
Una arquitectura de flujos de materia y energía que no se resignan a fenecer en
un ominoso y maloliente vertedero.
También
será acaso posible intuir una arquitectura hecha de fuegos, esto es, de
energías que cuidan y curan la vida. Construcciones que antes honren al fuego
que albergan en vez de declinar avejentadas bajo el ultraje de los humos.
Arquitecturas animadas de las palpitaciones de la vida, antes que los
consabidos sepulcros mínimos para sobrevivientes.
Y aún
es posible acaso soñar con arquitecturas cultivadas en la tierra: arquitecturas
que crezcan desde sus paisajes. Arquitecturas propias de su lugar, porque de
éste han extraído su peculiar contextura y existencia. Arquitecturas propias y
apropiadas en el solar que las ve nacer.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario