François Gragnon (1929- )
Una vez
que nos erguimos sobre nuestros pies, conseguimos habitar plenamente el horizonte.
Así,
convenientemente situados entre la tierra y el cielo, con los brazos bien
abiertos es que comprendemos la amplitud. Tal dimensión es la propia de la escala
de nuestros asuntos, con la que medimos nuestro efectivo poder e imperio sobre
el lugar que poblamos.
Abrazamos
aquello que denominamos con plena propiedad, mundo.
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