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Poética del habitar (III)


Evelyn Bencicova (1992)

Cabe preguntarse acerca de dónde está la poética del habitar.
No está en su traducción verbal, por elocuente y elegante que pueda resultar. Está en las cosas del vivir, en la expresión de los cuerpos habitantes, en el arreglo de los atrezos, en la armonía general de todo el escenario de la vida. La poética del habitar es una mitografía, un lenguaje de acciones humanas y objetos que escriben la vida en los lugares.
Tenemos que educar la sensibilidad tanto como la inteligencia para delectarnos con la poética honda del habitar. Así, pondremos en valor nuestra propia vida, allí donde nos encuentren las circunstancias.

Poética del habitar (II)


Evelyn Bencicova (1992)

La poética del habitar, más que “palabras” logradas tiene complejos “textos”: es una poética de estructuras y no de simples agregados.
Este punto tiene su importancia porque, si la interpretación del habitante esteta es correcta, no podrá éste aislar ningún elemento del conjunto, sino que deberá aplicarse a la completa inmersión e impregnación en el lugar. Hasta llegar a pertenecer a éste. La virtuosa consustanciación entre el sujeto y el lugar que constituye es la medida cabal de la experiencia estética del habitar.

Poética del habitar (I)


Juan Manuel Castro Prieto (1958)

La auténtica poética del habitar es simple, pero no inane.
Se la reconoce en la nobleza de su contextura, en su esencial autenticidad, en el arreglo superior de sus elementos fundamentales. La poética del habitar no es altisonante, ni siquiera enfática; es apenas la efusión de la gente digna que la puebla, gente que allí tiene lugar, su lugar. La poética del habitar respira calma la atmósfera que se puebla de estremecimientos gratos de todo el cuerpo. La poética del habitar se ilumina exactamente con la cuota adecuada de la luz que se inmiscuye con sentido de decoro. La poética del habitar se puebla con los rumores de la vida en paz. La poética del habitar conserva de todas las fragancias posibles aquella que permite rememorarla cuando estemos muy lejos, en el espacio cuanto en el tiempo.
Los lugares inspirados por una cabal poética del habitar tienen una sola virtud a ellos reservada: una tranquila contundencia de cosa bien hecha.

La constitución habitable del paisaje


Alfred Stieglitz (1864-1946)

Si interrogamos al Diccionario por la voz paisaje, comprobamos que, en una primera acepción, significa: Parte de un territorio que puede ser observada desde un determinado lugar.
Esto quiere decir que, desde un sitio efectivamente poblado, esto es, un lugar, se puede percibir una parte o aspecto de un territorio y este hecho funda o establece un paisaje. Así, el principio del hecho que es el paisaje no radica en la realidad física del sitio natural, sino de la actitud de examen atento que inviste el habitante del lugar en su doble tarea de inteligir el territorio y percibir sus formas a través de sus sentido y entendimiento. Tal examen atento no es una mera efusión subjetiva caprichosa, sino un evento de relación constitutiva del ser humano como habitante que tiene lugar.
Por estas consideraciones, aquí se sostendrá que el hecho de habitación precede y es necesario a la constitución del paisaje. En otras palabras, para que ocurra efectivamente un paisaje, es preciso y prescriptivo que se constituya un lugar como constructo de la habitación humana. Ahora bien, toda vez que se ha constituido efectivamente un lugar, entonces, aquello que percibimos de esta situación, estemos donde estemos, es un paisaje.

Habitar el paisaje


Alfred Stieglitz (1864-1946)

Una vez que irrumpimos en el horizonte y lo poblamos con una contundencia que no ignora el estupor, es entonces que habitamos un paisaje.
Podemos llamar paisaje, en este contexto discursivo, al acto de encajarse los elementos en una estructura de sentido. Porque tierra, cielo y horizonte sólo adquieren su relevante estatuto de mundo cuando y sólo cuando las personas tienen lugar allí.
Porque es por obra del habitar del hombre que un sitio de la naturaleza alcanza, por fin, el carácter óntico de lugar y la forma efectivamente perceptible de paisaje.