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La mítica caverna

Joseph Wright (1734- 1797)
Gruta a la orilla del mar en Nápoles (1778)

He aquí el elemento que origina, si no la arquitectura en sí misma, al menos las ideas generalmente aceptadas acerca del habitar humano.

Plumas ajenas: Tim Ingold

Diseñar es darle forma al futuro del mundo en que vivimos. Sin embargo, por muchos motivos, esto parece una empresa desesperanzadora fundada en los fracasos de nuestros predecesores. Si ellos hubieran triunfado en darle forma a nuestro futuro, entonces no tendríamos más que seguir la línea de sus disposiciones. De la misma manera, sin nosotros tuviéramos éxito en darle forma al futuro de nuestros sucesores, ellos se volverían meros usuarios, limitados a la implementación de designios ya hechos para ellos. Los diseños, parece ser, deben fracasar, si cada generación habrá de contar con la oportunidad de mirar hacia el futuro y llamarlo como el suyo propio. De hecho, la historia del diseño puede ser entendida como el registro acumulativo de intentos humanos concertados para poner fin a esta oportunidad: una interminable serie de respuestas finales, que visto en retrospectiva, ninguna se convirtió en la última, después de todo. O para adaptar una máxima del estudioso de la arquitectura Stewart Brand: todos los diseños son predicciones: todas las predicciones están equivocadas.
(Ingold, 2012)

Hospital

Henri Geoffroy (1853- 1924) Día de visita en el hospital (1889)

Confinados y sometidos al cuidado institucionalizado, los pacientes hacen honor a su denominación. A veces se habita con tristeza y dolor, lejos de la casa y del entorno familiar. Son las ocasiones en que el sistema de salud concentra a sus pacientes, despojándoles de las señas de identidad de sus lugares propios.

Plumas ajenas: Norberto Chávez

Una arquitectura que obedezca a una vocación de vida,
a la vocación de otra vida,
a la vocación de una vida superior
Norberto Chávez

Paz doméstica

Paul Signac (1863- 1935) Un domingo (1890)

Casi todos deseamos un refugio de paz en un mundo conflictivo. No obstante, el ámbito doméstico se ve atravesado por no poca violencia simbólica y aún física.

Cultura tectónica

Una cultura tectónica determinada se desarrolla en la plenitud de la interacción entre una comunidad y las concretas circunstancias de tiempo y lugar.
De este modo, las producciones efectivas son expresión superior tanto de la identidad de quienes habitan tanto como de las condiciones ambientales que se verifican en su sitio. Si bien son siempre manifestaciones contingentes, asumen un específico valor histórico vinculando sus condiciones de origen con las proyecciones al futuro: por ello, las producciones más destacadas se distinguen tanto de las inercias de la tradición así como de la innovación antojadiza. En este nivel de valores, los productos de la cultura tectónica trascienden los mecanismos del consumo, volcándose hacia una genuina consumación en la vida de las culturas que las originan.

La intimidad y la lectura en voz baja

Fabio Cipolla (1852- 1935) Agradable lectura (1935)

Todo parece indicar que nuestra actual idea de intimidad se origina en el hábito de la lectura para sí mismo, en voz baja. Ahora bien, ¿no tendrá algún papel histórico en este asunto, la disponibilidad de buenos espejos y la especialización funcional de los ámbitos domésticos?

Genius loci

La idea de Genius loci corresponde a una antigua sabiduría: los lugares en la tierra son heterogéneos, anisotrópicos, discontinuos y articulados.
Tras el gesto de apropiarse de un lugar existe un hondo compromiso con una adecuada interpretación de los signos de los lugares, una práctica respetuosa y armónica con la naturaleza del ambiente y una producción que sólo se verificará en su felicidad actual y, sobre todo futura, por un complejo entramado de intenciones, posibilidades y circunstancias.
El lugar poseído por su genio, es cualquier cosa menos el abstracto espacio que concibió Newton.

La casa y el mundo

Caspar David Friedrich (1774-1840) Mujer en la ventana (1822)

No es para quedarnos en casa que hacemos una casa
Juan Gelman
.

Los que pueblan la tierra

Erguidos sobre la superficie de la tierra, libradas las manos del compromiso locomotor (y liberadas para asir y considerar, para manipular y transformar), dotados de una capacidad craneana singular, cultivados morosamente, los seres humanos pueblan la tierra. Sobre ella proyectan, desde su fragilidad biológica, una fortaleza social y cultural: desarrollan mañas de recolección, caza y cultivo, disponen de tácticas y estrategias de supervivencia, se alían y compiten, se confabulan y transforman, erran y se aquerencian, según las circunstancias.
Construyen a su modo un mundo de cosas a la mano, al alcance de las tentativas, un orden contingente que conmueve el orden necesario de la naturaleza. Y encima tienen al Cielo, donde mora el Deseo, el Curso del Tiempo, el Destino

Condiciones laborales


Thomas Pollock Anshutt (1851-1912) El descanso de los metalúrgicos (1880)

El lugar del trabajo también es un ámbito habitado, y, por cierto, con no poca intensidad. Las reivindicaciones de adecuadas condiciones de trabajo se sintetizan en la adecuada habitación de los lugares correspondientes.

La síntesis de la forma

La actividad arquitectónica tiene como destino principal una específica síntesis de la forma.
No se trata sólo de la forma construida, sino de la totalidad de las determinaciones que se manifiestan en la interacción entre el acontecimiento del habitar y las configuraciones construidas. Para dar lugar, esto es, para producir efectivamente la arquitectura del lugar, el arquitecto debe desarrollar conceptos operatorios de la forma que permitan la concreción tanto de la concepción, la proyectación, la construcción y también la habitación de eventos en el espacio y en el tiempo.
Ninguno de los conceptos operatorios es, en la actualidad, suficiente para orientar de modo riguroso un método regular y unitario; sin embargo, la función social del arquitecto le exige imprimir una dirección convergente en todas sus concepciones operatorias.

El espacio público se invagina en el interior de la casa: el salón

José Ferraz de Almeida Júnior (1850- 1899)
Escena de familia de Adolfo Augusto Pinto (1891)

En el salón, la fachada hacia el espacio público se pliega sobre sí misma. Ser, estar, representar: en el salón burgués se condensan estas tres operaciones.

Arquitectura y escritura

La arquitectura, tanto como la exteriorización del pensamiento y como la escritura se constituyen como dispositivos de localización de la memoria, en el instante crucial en donde ésta se convierte en historia.
 Alojamos afuera del cuerpo la sustancia huidiza de nuestros pensamientos; escribimos aquello que deseamos no olvidar en documentos y también erigimos marcas en el territorio para celebrar rituales de memoria en y con los monumentos. Hacemos proliferar lugares de la memoria, para administrar el recuerdo y el olvido, para urdir el relato de nuestra constitución en el tiempo. El fluir del tiempo y del cambio, la irrupción de la novedad y sus desafíos erosionan y resignifican aquello que buscamos recordar, pero las improntas que van quedando en los lugares de la memoria nos permiten reconfigurar críticamente otras significaciones, con la remisión a los signos en los documentos y con la perduración de las configuraciones en los territorios habitados.
La arquitectura, así las cosas, es una especie de escritura

El largo viaje del agua hacia el interior de la casa

Alfred Stevens (1823- 1906) El baño

Ha sido necesario un prolongado proceso histórico y técnico el que conduce eficazmente el agua hacia el interior de la casa. El cuerpo, agradecido. No obstante, para los arquitectos no deja de ser un intruso incómodo y peligroso de humedades. Ya lo dijo Le Corbusier: Pour Viollet c’est facile: pas de tubes!.

El lugar en el tiempo

Los lugares que habitamos son antecedidos, en su aquí y ahora, por una construcción, ésta por algún género de proyecto y éste por una demanda más o menos explícita.
A su vez, al lugar le aguarda una más o menos prolongada experiencia en la frecuentación del uso, para sucederla las dos formas complementarias del recuerdo y el olvido y, más allá, el postrer abandono.
Habitamos en el tiempo moroso de la memoria atávica tanto como en el constante lanzarse hacia adelante, hacia el futuro probable que es lo que significa pro iectus.

Escolares

François Bonvin (1817- 1887) El escolar (1874)

¿Por qué nos ensañamos en enseñarles tanto, confinados en las paredes del aula? Lo que primero aprenden estas pobres criaturas es a habitar el Panóptico y a padecerlo. Amorosamente vigilados y castigados para infligirles la educación que, aparentemente, tanto necesitan.

Plumas ajenas: Christopher Alexander

Aquellos de nosotros que nos interesamos por los edificios solemos olvidar con demasiada facilidad que toda la vida y el alma de un lugar, que todas nuestras experiencias en él, no dependen sencillamente del medio ambiente físico, sino de los patrones de acontecimientos que allí experimentamos.
(Alexander, 1979:64)

Muchedumbre

Giuseppe Pellizza da Volpedo (1868- 1907) El cuarto estado (1901)

La habitación de una muchedumbre no equivale al deambular simplemente por la calle. Hay una dirección, un sentido y una deliberación colectiva a la que cada uno, solidariamente, aporta su marchar.

El ambiente

Desde el último tercio del siglo XX, se ha constatado, de diversas formas, un agudo conflicto entre las condiciones socioeconómicas actualmente imperantes y las condiciones biofísicas del ambiente.
El problema no sólo se denota en la actualidad, sino que proyecta ominosas perspectivas de futuro. En la consideración conjunta de la concurrencia de factores económicos, sociales y ambientales, se constata un conflicto que pone en cuestión las perspectivas futuras del desenvolvimiento de la vida humana. El aumento de la población mundial, los sostenidos procesos de urbanización, la expansión de modalidades de producción expoliadoras, la desigual distribución de la riqueza, el sobreconsumo diferencial y la discriminación socioeconómica conducen, concatenadamente, a presiones insostenibles sobre el ambiente.

Un lugar adecuado, digno y decoroso

El derecho a habitar es el fundamento moral de sus expresiones específicas en el derecho a la ciudad y a la vivienda.
La existencia humana se realiza siempre en lugares, esto es, no es posible desarrollar ningún hecho vital humano desprovisto de una localización espacio-temporal determinada. En virtud de ello, ninguna articulación del espacio —arquitectónica, funcional, económica, social, cultural, jurídica o política— puede ignorar que todos y cada uno de los humanos que coexisten en un hábitat tienen derecho a un lugar adecuado, digno y decoroso. Por ello, el sujeto pasivo del derecho a habitar es la misma sociedad. Este sujeto está obligado moralmente con la construcción de un orden adecuado, digno y decoroso que constituya para todos y cada uno, un lugar habitado.
De allí, que nosotros, miembros de una sociedad que está obligada en este sentido, nos vemos involucrados en tal obligación moral.

Cárcel

La celda de Nelson Mandela en Robben Island

A veces el habitar se reduce a un confinamiento. ¿En cuántos lugares estamos efectivamente confinados, aunque no configuren, nominalmente, cárceles?

Texto y contexto en arquitectura

En una situación de discurso, la ocurrencia efectiva de un enunciado constituye de modo funcional su sentido, a través de su interacción con el contexto.
La aceptabilidad, el logro y la idoneidad de un enunciado dado se verifican en su referencia con el contexto en donde tiene lugar. Por su parte, en la arquitectura de un lugar, toda figura particular cobra un sentido específicamente existencial y arquitectónico precisamente en su situación y acontecimiento contextuales. Al abordar las formas y los contextos en arquitectura también nos centramos en el sentido fundamental —racional, ético y estético— que tiene el propio discurso arquitectónico, considerado como λογος.
La arquitectura de un edificio no se circunscribe a los límites de su solar.
Dicho de otra manera, la arquitectura de un edificio enuncia lo suyo siempre en un contexto

Niños

Mary Cassatt (1844-1926) Joven napolitana en la fuente (s/f)

Cuánto aprenden de cada lugar. Cada cosa deja un sedimento en la memoria. Éste es el mundo en que te ha tocado vivir, muchacha.

Tópica y crónica del lugar

Habitamos siempre en lugares concretos, esto es, en campos definidos en el espacio y en el tiempo.
A la tópica de los lugares, esto es, a su consideración espacial, es necesario complementarla con una crónica. El sitio habitado resulta de una presencia efectiva a la que se sobreponen representaciones de las experiencias efectivas de otros lugares habitados, así como representaciones intencionales de estados futuros. El habitar de los lugares supone entonces y a la vez, una historia vivida específica, así como una conciencia concreta de la experiencia del espacio en el tiempo.
Insistir en la mera espacialidad de la arquitectura es una abstracción simplificadora. No debe olvidarse nunca el tiempo como dimensión del lugar.

Arcadia

Károly Markó (1793-1860) Arcadia (1830)
Hubo un tiempo en que habitamos, simplemente, el Jardín. Hemos tenido que inventar la arquitectura, entre otras cosas, una vez que nos han expulsado del Paraíso. Pero aún en el exilio, a veces recordamos el lugar originario.

Sobre esferas y laberintos

Si consideramos la representación más sencilla posible de nuestras propias situaciones y acontecimientos podemos urdir dos tipos de figuras: por un lado las esferas y por otro, los laberintos.
Sobre la noción de estancia y el dominio espaciotemporal que implica, uno puede concebir que habita una esfera que tiene por centro su emplazamiento corporal consciente y por radio una cierta extensión: esta envolvente vaga sólo puede representarse, de un modo simple y en principio, como una esfera. A su vez, partiendo de la noción de trayecto y del desplazamiento, considerando la complejidad intrínseca de su traza, podemos también concluir que habitamos efectivamente un laberinto.
Podría pensarse que las representaciones primordiales del habitar adquieren ya la figura de un sistema concéntrico de esferas o bien, la figura de un laberinto. Nuestra existencia consiste en habérnosla con ambas figuras, alternadas o complejamente imbricadas.

El lugar del trabajo

Alphonse Moutte (1840-1913) Descarga de un brick en Marsella (1876)

Habitar no debe confundirse con el residir o el alojarse. También se habita el lugar del trabajo, el de estudio, el de cuidado de la salud y aún en una celda del presidio.

El derecho a la vivienda

El derecho a la vivienda es uno de los primeros resultados, en la conciencia social forjada históricamente, de la ética del habitar.
Este derecho surge como derecho humano de “segunda generación”. La “primera generación” — derechos civiles y políticos— de derechos humanos adquieren formulación explícita en la Revolución Francesa, en la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano. La “segunda generación” de derechos humanos se origina en la crisis del liberalismo burgués, con el desarrollo de la revolución industrial y el impulso social y político del proletariado: son derechos de contenido social, económico y cultural.
Ahora es necesario derivar del derecho a la vivienda al derecho a habitar, que abarca con mucho más aspectos que el puro alojamiento.

El ámbito íntimo

Christoffer Eckersberg (1783-1853)
Mujer frente al espejo (1841)
Encontrarse es quizá el mejor sinónimo de habitar un lugar. El espejo confirma que estamos precisamente aquí, con nuestra humanidad en el lugar.

Materiales de construcción

El lugar que habitamos efectivamente es, en todo caso, un lugar transformable.
Nadie puede negar la potencia del desafío humano superior de disponer materias y energías, siempre considerables, puesto al servicio de configurar estructuras sólidas y perdurables que alojen las actividades humanas más diversas. Pero no podremos hacer justicia con la epopeya tectónica fundamental que radica en el arte de construir si no reparamos en ciertas sustancias inmateriales que operan en la síntesis de la forma construida. Anhelos y prejuicios, ideales y utopías, audaces concepciones alternativas e inercias atávicas de las prácticas también informan a la materia de la cosa construida y le confieren, a sus modos, vida.
No construimos apenas edificios, construimos lugares.

Lo que acontece en las escaleras

Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901)
Messalina (1901)

Las escaleras unen tanto como separan, esto es, articulan. Arriba se aloja lo íntimo, lo noble y aún lo divino; abajo mora lo público, lo plebeyo y lo meramente mortal. Por eso siempre es un espectáculo dramático ver descender una mujer por la escalera (por no decir: subir una en su compañía)

Conducta, práctica y producción

Parecen existir al menos tres caracterizaciones principales del habitar.
·         Habitar es una conducta humana observable e interpretable.
·         Habitar también es una práctica social que aúna unas teorías o representaciones con la acción social.
·         Habitar es, en última instancia, un arte o una actividad social de producción: crea y recrea lugares.
Estas tres caracterizaciones ocurren simultánea y recíprocamente de un modo complejo. Ahora bien, conjeturo que la investigación sistemática puede distribuirse de modo metódico de un modo que no resulte sobresimplificador o equívoco.
Investigar el habitar es tratar con un aspecto de la condición humana decididamente sutil y complejo a la vez

14 Juillet

Eugène Delacroix (1798- 1863)
La Libertad guiando el pueblo (1830)
No olvidar a Robespierre: El principal objeto de la sociedad es garantizar el derecho a existir.

Bauen: habitar, abrigar, cultivar…

Vincent van Gogh (1853-1890)
El sembrador (1888)
El labriego siembra, cuida, abriga y habita su lugar. Según Heidegger, todo esto se compendia en la larga historia del término germano Bauen, que ahora significa construir. Construir es más que una tecnología para erigir edificios.

El lugar

El lugar puede definirse operativamente como un constructo humano destinado de un modo finalista por el habitar.
Está configurado por un modo concreto de vivir situado en el espacio y en el tiempo, constituyendo por ello una síntesis de situación y acontecimiento. El lugar posee una estructura propia, una forma revelada significativamente en un contexto y una representación o figura. En atención a estas características, es un hecho observable desde un punto de vista teórico arquitectónico específico, el que hace caudal de un interés disciplinar específico,  se somete a un rigor epistémico y metodológico, así como orienta la actividad transformadora como un arte.

El género del lugar

Albert Edenfelt (1854-1905)
Mujeres de Ruokolahti fuera de la Iglesia (1887)
No hacen falta muros ni cubiertas para construir un lugar: basta que converjan las miradas y las voces. El lugar, por cierto, tiene género.

Pensar

El pensamiento arquitectónico no debe confundirse necesariamente con el pensamiento de los arquitectos; la reflexión de éstos últimos debería comprender e interpretar la reflexión social sobre la arquitectura si se aspira a cumplir cabalmente una misión social específica.
En este sentido la apuesta superior de una teoría arquitectónica del habitar es urdir una trama que justa y específicamente comprenda e interprete una reflexión social al respecto. Precisamente porque todos y cada uno de nosotros está concernido por el habitar, es posible que una teoría arquitectónica de éste se constituya como la ciencia y el arte de la arquitectura entendida como emprendimiento social.
Si pensamos todos seguramente nos irá mejor que en la actualidad

Hoy en el estudio

Albrecht Dürer (1471-1528)
San Jerónimo en su estudio (1514)
Ah, ese lugar en donde tomamos distancia del resto del mundo para retirarnos a estudiar. Todas y cada una de las cosas de vivir son un emblema: también las luces y las sombras y el resplandor fugaz que nos ilumina.

La importancia del lugar

La arquitectura, cuando se habita, construye lugares, más que edificios.
Tanto la habitación como la actividad arquitectónica concurren, en lo que les es más propio, en la construcción integral de lugares. En virtud de ello, el lugar es una categoría nuclear y nodo articulador tanto de la teoría del habitar como de la propia teoría de la arquitectura.
Los lugares habitados, entonces, tienen como propiedad trascendente una arquitectura profunda, la arquitectura propia del lugar, propiedad que hay que descubrir. La contextura de los edificios, por su parte, es apenas un emergente parcial de esta arquitectura.
Debemos preparar nuestro entendimiento y nuestro aparato sensible para afrontar cabalmente la arquitectura del lugar.

Habitar y existir

Hay una proximidad de significados casi coincidente entre habitar y existir.
Si existir es ser de un modo delimitado y definido, real o de hecho y un modo de ser propio del hombre (Abbagnano, 1961:485), entonces es difícil caracterizar diferencialmente el habitar. Sin embargo, existe una especificidad espaciotemporal en el habitar que no tiene necesariamente el existir, del que se pueden concebir otras dimensiones ontológicas. Habitar es existir, por cierto, pero constituyendo plenamente un lugar que contiene la presencia como situación y acontecimiento.
Habitar supone necesariamente existir en tanto ese existir tiene lugar.

El lugar de lo social

Jan Steen (1626-1679) Boda campestre (1666)
No muy lejos de la comida como centro, se extiende en su torno el intercambio social. El exceso de víveres se asocia con la fiesta y la celebración de nuevos vínculos comunitarios. Parecería que, compartiendo los dones de la comida, hemos fundado el lugar de lo social.

Existenzminimum

Egon Schiele (1890-1918)
La habitación propia en Neulengbach (1911)
La habitación del artista pobre ha preludiado quizá la noción de Existenminimum, tan cara a la Arquitectura Moderna. El propio autor habitante apenas cabe en la distorsión de la perspectiva. Ahora casi todos padecemos estos espacios concebidos por los Contabilizadores del Aire.

Variación sobre el mismo tema

Es necesario contemplar el habitar como hecho, pero también interpretarlo como signo.
Es que el habitar es un hecho vincular, social y cultural, entre sujetos complejamente configurados y lugares no menos complejamente articulados. La teoría del habitar, entonces, no puede ser quizá otra cosa que una tentativa hermenéutica que indague no sólo con la observación de las conductas situadas del hombre, sino que escudriñe en el sentido que éstas adopten para los sujetos involucrados.
Así entonces, nos encontramos tanto con una epistemología compleja, tanto con una mirada antropológica no menos compleja, que nos demanda contemplación científica e interpretación humanista.

Habitar los umbrales

William Paxton
Dejando el estudio (1921)
La habitación de los umbrales tiene una tensión particular. El habitante muta dramáticamente de estado. Abandonamos unos ámbitos, una etiqueta y una actitud física y emocional para abordar otros, y al hacerlo, cambia uno en la historia de la vida. Pero durante el acontecimiento y la situación del umbral, vibramos con una cierta inquietud.

La arquitectura como producción social

Desde un punto de vista, no puede considerarse a  la arquitectura como el puro y simple ejercicio de una profesión, sino como una forma compleja de producción social.
En efecto, recordando los sabios comentarios de Marcos Winograd, no puede asimilarse punto por punto la arquitectura a aquello que hacen los arquitectos. Los arquitectos se ocupan de un aspecto del trabajo, pero también hacen arquitectura los comitentes, los constructores, los inversores y los habitantes. Pero hay que decirlo; puede haber arquitectura sin arquitectos, sin comitentes, sin constructores y sin inversores. Pero no puede haber arquitectura sin habitantes. Una arquitectura que no sirve a sus habitantes es una actividad que debe señalar su específica finalidad.
Por ello, desde este punto de vista sólo se hablará de arquitectura cuando sea concebida, proyectada y construida con vistas a su habitación. De otras finalidades, que se ocupen otros.

El lugar de los sueños

Pieter de Hooch (1629-1684) El dormitorio (1660)
Ha sido un largo proceso histórico que llevó de la arquitectura de la cámara o la alcoba a la del moderno dormitorio. El lugar del sueño sigue teniendo un cariz particular, pero hay que meditar en qué palabras usamos, qué significado tienen y con qué referentes locativos nos las habemos

Una ciencia para la arquitectura

La idea de constituir, de una vez por todas, una ciencia en arquitectura ha desvelado a generaciones enteras de teóricos.
Es que una profesión  como la arquitectura ya no puede ser un oficio artístico fundado en la genial intuición, el ingenio o el talento infrecuente. Necesitamos conocer con rigor científico el corazón de nuestra materia. El problema, a mi juicio, es que este núcleo duro no pertenece al arte de proyectar y construir, sino en aquello que la gente hace en los lugares.
Por ello, para la Teoría de la Arquitectura, una Teoría del Habitar es una esperanza epistemológica.

Paz en los claustros


Christoffer Wilhelm Eckersberg (1783–1853)
El claustro de San Lorenzo fuori le mure (1824)
Un patio, una galería que lo circunda, estancias que a la vez circundan y se organizan con el auxilio de la sombra de la galería. Vida disciplinada en un tipo arquitectónico singularmente persistente en los conventos, las escuelas y los hospitales, más allá del Panóptico.

Definamos el habitar

¿De qué estamos hablando cuando mencionamos el habitar?
Heidegger ha respondido a su manera. Es el modo en que son los mortales en la tierra. ¿Hace falta más? Sí, habitan, propiamente, aquellos que saben que van a morir, esto es, aquellos que se saben constituyentes de una situación y un acontecimiento, y así, titulares de un aquí y un ahora. Habitar no es un modo facultativo sino necesario de ser y estar en la tierra. Es inevitable, insoslayable y crónico que habitamos poblando nuestro pago. Habitar es una especificación particular de aquellos que, vivos ciertamente, saben que morirán.
Así entonces, los mortales tienen lugar, en el doble sentido de poblar un sitio y acontecer.

Hoy en la cocina

Andrea Commodi (1560-1638) Joven en la cocina
He aquí la alquimia que transforma lo Crudo en lo Cocido. Aquí se trabaja arduo en un ambiente poblado (Trate de oler la escena —si se anima—). El pintor no ha incluido en su encuadre el fuego del hogar, pero éste no puede andar muy lejos.
¿Puede que éste sea —o haya sido— el punto cero u original de una Casa?

 

El porqué de todo esto que comienza

Aquí se dice: Teoría del Habitar.
Para empezar a jugar con cartas vistas: se trata de abordar un aspecto importante de la condición humana. Ya lo dijo el maestro Roberto Doberti: Todos habitamos y habitamos siempre. Sucede, entre otras cosas, que los arquitectos suelen tomar esto como demasiado obvio para reflexionar mucho al respecto. Es así que el proyectar y el construir edificios han resultado fines en sí mismos. Pues bien, aquí se aventurará la hipótesis acaso descabellada que, en general, los edificios se proyectan y construyen, sí, pero para habitarlos de diferentes modos como finalidad principal.
Así que se hablará de un fin principal para la arquitectura y no obstante, no se hablará sólo de arquitectura y de su teoría, sino de una necesaria y urgente antropología. Por su parte, esta antropología debe afrontar, con todo lo que le es propio, la tematización del habitar lugares. Casi está todo por descubrir: antropólogos, están desafiados.