Vilhelm
Hammershøi (1864-1916) Estancia soleada
(1901)
Cuando
la luz se cuela en los interiores se vuelve mágica. Es un privilegio cotidiano
disponer de una mancha de luz sobre nuestras cosas. Quizá sea un pequeña asunto,
pero se vuelve entrañable y —¡atención!— memorable.
Las pinturas de Vilhelm Hammershøi comparten una estética, un punto de vista existencial del habitar muy próxima a la de su compatriota el cineasta Carl Theodor Dreyer en las descripciones del ser de sus contemporáneos. Contención, orden, soledad ensimismada, silencio, luz exterior que ilumina la complejidad de la vida y su milagrosa belleza a la espera de un “ordet” que haga justicia al amor.
ResponderBorrarSaludos.
Muchas gracias por su asociación entre las pinturas y Dreyer. Sólo he podido ver el film en forma fragmentaria, pero por lo visto, le asiste a usted razón. Las redes como esta son verdaderamente fértiles cuando más largos e intrincados son los laberintos que uno recorre.
BorrarNo sabría decir si la luz es una propiedad de los espacios interiores o exteriores, si es algo que atrapamos o regalamos como una palabra adecuada dicha en el momento necesario. Sea como sea, tiene usted razón, es un asunto, pequeño o no, entrañable y memorable al mismo tiempo.
ResponderBorrarSaludos y muchas felicidades por su blog!!
Más que una propiedad que fuese la luz, me parece que es la articulación luz/sombra la que señala el tránsito del exterior al interior y viceversa. Esta magnífica pintura pone en especial destaque, algo que, por lo común de su ocurrencia, nos puede pasar desapercibido. Muchas gracias por su comentario
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