La vivienda de interés social, en definitiva, tiene un
propósito explícito: es un producto concebido, planeado y construido para ponerla a disposición de las familias de
escasos ingresos y dentro de su alcance.
Esto es, despojado de todo eufemismo técnico; alojamiento esencial, necesario y barato
para los pobres. Quizá sea oportuno confrontar esta conceptualización con
la idea de residencia. Una residencia no se constriñe a brindar alojamiento a
sus habitantes, sino que constituye a la vez, una construcción y un constructo:
estructura compleja de ideas, aspiraciones, proyecciones y representaciones del
habitar pleno de la morada. Una residencia, es no sólo necesaria, sino que
comprende diversas posibilidades facultativas. Una residencia no es
necesariamente barata, sino que constituye un costo razonable en correlación
con su valor de uso, de cambio y simbólico. Una residencia que merezca el
nombre de tal —sea fastuosa o modesta— es digna de quienes la habitan y es
portadora de identidad, memoria y referencia significativa.
Cuando consideramos el término residencia entendemos
implícita y necesariamente un lugar adecuado, digno y, a la vez, decoroso.
Muy bien visto y explicado. Una residencia tiene la resonancia del habitar comunitario en un amplio espacio, más allá de la vivienda familiar, sea aquella lujosa o todo lo contrario, oscilando entre el habitar de una élite y su prestigio social, y el orfelinato, amparo de necesitados o asilo de ancianos. Es decir, entre la cuna y el ataúd, morada definitiva. La literatura y el cine dan cuenta de innumerables ejemplos y experiencias del vivir en cualquiera de esas circunstancias.
ResponderBorrarMuchas gracias por sus comentarios. Estoy estudiando las políticas de vivienda, las que se enfocan en la vivienda de interés social tenida como un alojamiento mínimamente adecuado. En mi opinión, debe reivindicarse, con la residencia, no sólo la adecuación mínima, sino también la dignidad y el decoro.
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