Sería fácil
demostrar que el individualismo moderno sólo pudo entrar en su fase álgida
cuando en la segunda mitad del siglo XVIII comenzó la general excomunión de la
placenta. El estamento médico oficial, como si se tratara de una inquisición
ginecológica, tomó a su cargo garantizar que la recta creencia en el
haber-nacido-solo se anclara finalmente en todos los discursos y disposiciones
de ánimo. El positivismo individualista burgués, frente a débiles resistencias
del romántico compañerismo anímico, impuso socialmente la radical e imaginaria
incomunicación de los individuos en los senos maternos, en las cunas y en la
propia piel.
(Sloterdijk, 1998: 350)
Comentarios
- Cierto, nos olvidamos de la placenta. Y
nos olvidamos de una primera esfera, plácida y abrigada como pocas.
- Cuando recordamos la placenta atisbamos
a comprender que no “somos” en el
espacio, sino que se nos ha
abierto, con la concepción, un lugar, ese lugar íntimo que nunca
abandonamos, hasta donde y cuando nos dé el aliento.
- Parodiando a Ortega y Gasset: yo soy yo y mi esfera.
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