El
lugar que habitamos efectivamente es, en todo caso, un lugar transformable.
Nadie
puede negar la potencia del desafío humano superior de disponer materias y
energías, siempre considerables, puesto al servicio de configurar estructuras
sólidas y perdurables que alojen las actividades humanas más diversas. Pero no
podremos hacer justicia con la epopeya tectónica fundamental que radica en el
arte de construir si no reparamos en ciertas sustancias inmateriales que operan
en la síntesis de la forma construida. Anhelos y prejuicios, ideales y utopías,
audaces concepciones alternativas e inercias atávicas de las prácticas también
informan a la materia de la cosa construida y le confieren, a sus modos, vida.
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