Las
pinturas de Hammershøi son testimonios del lado de adentro de las cosas.
Conmueven
especialmente por esta condición. No cuentan una anécdota, no retratan un
personaje ni describen una situación. Sencillamente respiran quedamente el
aliento de la vida propia de las habitaciones. El actor principal de sus
escenas es la luz que logra infiltrarse en los antros que poblamos.
Cada
pintura es una ocasión para pensar con placidez en nuestra condición de
habitantes.
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