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Honor al agua en las fuentes

Julius Jacob el Joven (1842- 1929) Kemperplatz (1889)

Un elemento con las virtudes del agua merece un homenaje singular en los lugares que habitamos.
Ha sido y es un elemento difícil de manejar, por lo que toda fuente significa una conquista de la física aplicada. En las fuentes, el agua surge, danza, murmura, refresca, empapa y prolifera en complejas percepciones de la riqueza de una buena vida. Estas calidades del elemento adquieren desde mucho tiempo atrás complejos significados de purificación, limpieza y aliento vital.
Para los antiguos árabes, las fuentes eran un triunfo sobre los padecimientos del desierto. En sus patios, desde entonces, ha reinado calmo el rumor refrescante del agua limpia y abundante. En el Renacimiento europeo dieron lugar a ejercicios de virtuosismo técnico y escultórico.
Antes del desarrollo de la ingeniería de la distribución por tuberías casa por casa, las fuentes no sólo fueron lugares imprescindibles para la vida cotidiana; también constituyeron lugar de reunión e intercambio social. Desde entonces, las fuentes siempre están, de un modo u otro, en un cruce de caminos.

En la actualidad perdura apenas la sombra de la magia, pero es un vestigio que no debemos dejar desvanecer.

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