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Pasiones

Leonid Pasternak (1862- 1945) La pasión de la creación (s/f)

The Secret Sits

We dance round in a ring and suppose,
But the Secret sits in the middle and knows.

Bailamos en círculo con nuestras suposiciones,
mientras el secreto se encuentra en el centro, poseedor de todas las certezas

Robert Frost

La arquitectura como ley del lugar

John French Sloan (1871- 1951) Quinta Avenida, Nueva York (1912)

El lugar común al etnólogo y a aquellos de los que habla es un lugar, precisamente: el que ocupan los nativos que en él viven, trabajan, lo defienden, marcan sus puntos fuertes, cuidan las fronteras pero señalan también la huella de las potencias infernales o celestes, la de los antepasados o de los espíritus que pueblan y animan la geografía íntima, como si el pequeño trozo de humanidad que les dirige en este lugar ofrendas y sacrificios fuera también la quintaesencia de la humanidad, como si no hubiera humanidad digna de ese nombre más que en el lugar mismo del culto que se les consagra.
Augé, 1992:49

La contextura de los edificios y otras construcciones es apenas un emergente parcial de la arquitectura del lugar.
La arquitectura viva de los lugares incluye a las personas, las relaciones que entablan mutuamente, los modos de vida que imponen, todo aquello que cultivan y ordenan. Es la interacción entre personas y lugares la que da origen a una ley interior que se manifiesta en la arquitectura concreta del lugar. Así, la arquitectura es algo mucho más complejo que la proyectación y construcción de los edificios.

La arquitectura, en verdad, es esa ley que somete a su imperio tanto a la conducta de las personas, a los modos de habitar, y a las implementaciones, a través de las cuales habitantes se las ven con sus construcciones.

Expectativa

Henry Herbert La Thangue (1859–1929) El experto (1887)


¿Qué preocupa a estos personajes? ¿Los valores artísticos de la obra? ¿O la autenticidad que afecta el valor venal del cuadro? Suponiendo, claro está, que sean valores distintos.

Todo listo

Carl Moll (1861- 1945) Comedor I (1939)

En torno a una mesa servida se convoca a congruentes formas de asumir e interpretar la vida.
La mesa del comedor es el territorio crítico de la etiqueta, esto es, el marco normativo de las conductas que rige a las personas. Se es gente en la medida en que los comportamientos se ajustan a un preciso patrón. Se trata del control preciso de cada gesto con el fin de permitir la más matizada comunicación.
También la mesa es un territorio puro. No es sólo un tema de higiene, sino de compostura, de consagración especial del ámbito de comunión. Hestia, deidad de lo doméstico por excelencia, no sólo se ocupaba del fuego sagrado sino también de la pulcritud.
Así mismo la mesa constituye un ámbito practicable. La sobreelaborada conducta se debe a la necesaria operación microsocial que hace de cada intercambio una negociación de significados y la posibilidad de tejer complejas alianzas y complicidades.

Está todo listo, y el mero hecho de comer, si bien insoslayable, es lo de menos.

Balcones

Thomas Jones (1743- 1803) Un muro en Nápoles (1782)

Así como una ventana es algo más que un hueco en un muro, un balcón es algo más que un enriquecimiento de una puerta-ventana.
Una fachada es más que un muro enfrentado a una calle: es un lugar en donde el edificio se comunica con el ámbito exterior. Esto de comunicarse tiene una denotación —el muro se atraviesa al menos en una instancia— y múltiples connotaciones —el interior conversa con el exterior, le manifiesta carácter, identidad, consideración—.
Un muro con un simple agujero dice poco. Una ventana ya es una discreta confesión de lo que sucede tras el mudo muro. Un balcón es una extensión vividera del interior en la fachada. Si lo único que tenemos que vivir en un balcón es un tendido de ropa, ofrecemos un espectáculo deprivado.


Georges Clairin (1843- 1919) Españolas en un balcón (s/f)


Un balcón es más que un enriquecimiento de una puerta-ventana. Puede ser un desborde dichoso, elegante y aún fastuoso de la vida del interior, que se vuelca de buena gana y con modales hacia el espacio exterior. A éste se le ofrece respeto y consideración con el tratamiento tectónico y también con la vida que bulle.
La arquitectura es una entidad que sólo se completa con la vida que alberga. Por eso, las arquitecturas herméticas que se reducen a mostrarse sin aberturas amplias y francas son una afrenta a la ciudad.

Modos de conformar un lugar

Karl Heyden (1845–1933) Una historia interesante (s/f)

La arquitectura del lugar no se circunscribe a que emerge de la construcción del patio.
El lugar se origina con energías: el hablante modula el tono y volumen de su voz para alcanzar y encantar a su audiencia, pero sin asustar a las palomas. La voz y las escuchas orientan el lugar al configurar los cuerpos las posturas y actitudes más adecuadas a las circunstancias. El lugar ofrece, por su parte, un fondo sonoro y una peculiar reverberación, con las que las palabras conmueven las conciencias y las llevan más allá de los lugares efectivamente ocupados.

Estas consideraciones se dirigen a poner atención a la dimensión fonotópica del lugar, esto es, cómo los gradientes del sonido contribuyen a la arquitectura de los lugares.

Las expectativas sobre el lugar que siempre es allá

Ignace Spiridon (1860- 1900) Odalisca (s/f)

Là, tout n'est qu'ordre et beauté,
Luxe, calme et volupté.
Charles Baudelaire
Hay un allá lejano que siempre promete cosas —y estados— que aquí escasean o nos están vedados.
Parece que algo que anida en lo profundo de nuestro psiquismo anhela lo que sucede, fatalmente, muy lejos. Para Baudelaire (L'invitation au voyage) hay un lugar que a su amante se parece. Pero allí donde moran ellos no es ese lugar; de allí que sea imperioso emprender un largo viaje, en el vehículo del deseo.
El semblante de la amada es entonces el preanuncio de ese lugar en donde su belleza conferiría sus virtudes al escenario. Este es el aspecto que inspiraría a Henri Matisse una célebre pintura.


Henri Matisse (1869- 1954) Lujo, calma y voluptuosidad (1904)


Mientras que en el poeta se detiene en el atrezzo lujoso, el pintor, con sabiduría, se centra en aquel lugar en donde todo el lujo, la calma y la voluptuosidad es el resplandor de las bellas.
Huelga escribir la moraleja para los arquitectos.

El modo decoroso de cerrar una perspectiva

Alexander Mikhaillovich Semionov (1922- 1984) Calle Malaya Sadovaya (1979)

Una ciudad ofrece a veces ciertos desafíos especialmente seductores a los arquitectos.
La oportunidad de cerrar una perspectiva es un buen ejemplo de estos retos. Hay que interpretar las tensiones que los elementos urbanos proponen al emplazamiento singular. El edificio deberá responder con decoro a esas tensiones y conseguir un equilibrio dinámico de fuerzas, de luces, de texturas.
En una calle tradicional, los edificios imponen uno a uno un ritmo, una cadencia particular, a la vez que se recortan con acordadas líneas rasantes con el cielo. La contextura particular de cada fachada contribuye a ofrecer una textura que progresa hacia la línea crítica en donde contornea el foco de la escena.

No es frecuente ocupar el foco de una perspectiva, de manera que hay que esmerarse: hay que ocupar esta plaza con elegancia, sí, pero también con complicidad.

Luces cautelosas

Paul Hoecker (1854- 1910) Sala verde (1900)

Antes de la difusión de la iluminación artificial y de los amplios ventanales la luz se deslizaba furtiva en los interiores. No es que dominara la oscuridad, sino que imperaba la magia de las luces discretas. Los interiores se revelaban poco a poco, alternando la oscuridad de ciertos rincones, la penumbra, las medias luces y los resplandores. La luz revelaba entonces la rica textura de los interiores.
En la actualidad suele dominar una iluminación homogénea, que priva de matices a la percepción. En nuestros interiores hay quizá un exceso de radiación que angosta las sombras, mitiga las penumbras y reduce los medios tonos.

Quizá las nuevas solicitaciones del ahorro energético y un nuevo buen sentido aconsejen manejar con destreza todas las exquisitas modulaciones de la luz cautelosa.

Un lugar apacible y bien iluminado

S/d de Autor Biblioteca de Palacio Anichkov. (1869)

Puede verse en la escena un derroche de lujo y sofisticación. Lo es, ciertamente. Pero también puede verse un logrado lugar apacible y bien iluminado. También se trata de eso.

El problema es que, por lo general, nos deslumbran ciertas envolturas que nos impiden acceder —estética y éticamente— a otros aspectos relativamente más esenciales.

Geografías e historias


El primer signo deíctico en la Rambla

Hace ya algún tiempo se celebró en nuestra ciudad un encuentro de representantes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Para esta ocasión, a un cierto creativo sujeto se le ocurrió plantar un gigantesco cartel con la palabra Montevideo en la Rambla de los Pocitos, uno de los lugares más pintorescos. Así ubicado, la leyenda funciona como un signo deíctico, esto es, una indicación que identifica y nomina una cosa. Antes, simplemente, teníamos una ciudad hermosa con unas interesantes bahías hacia el Río de la Plata. Ahora, por si a algún visitante se le pudiera pasar por alto, le recordamos que este solar se llama y se recuerda como Montevideo.
Las letras gigantes supusieron, como sería de esperar en estas circunstancias, una oportunidad para las habilidades trepadoras de los niños, para el sentimentalismo de los cazadores naïf de recuerdos y también, como no, un desafío a los vándalos. El gobierno de la ciudad destina sus buenos recursos para asegurar una razonable durabilidad y mantenimiento.
Las autoridades municipales han tomado nota del atractivo turístico y de ciertas posibilidades comunicativas. Así, diversos colectivos se aplican a colorear diversamente las letras como dispositivo para vehiculizar algunos mensajes tales como el de la Diversidad Sexual o el duelo por los atentados terroristas en Francia, sin contar con algún club deportivo que le aplicó sus colores en ocasión de ganar un campeonato.
Pero el viernes pasado sucedió otro evento comunicativo de diferente carácter. Las autoridades municipales decidieron invertir en otro signo deíctico en otra locación paisajística especialmente relevante. Ahora hay un nuevo cartel en la falda del Cerro, con vistas a la bahía del Puerto.
En este blog se ha defendido la idea que enuncia que habitamos, simultánea y recíprocamente, tanto geografías como historias. Juro que nunca esperé encontrar una verificación tan risible de tal aserto.

Una segunda ocurrencia en la falda del Cerro

La medida de los pasos en las escaleras

Hubert Robert (1733- 1808) Gran escalera en un parque (1808)

Una buena escalera es aquella que concuerda ajustadamente con la medida de los pasos.
Toda escalera implica una propuesta de marcha y esta puede ser de diferentes tonos: majestuosa, distraída, apresurada, fatigosa. Ligeras variaciones en la relación entre la altura y la profundidad de las huellas son capitales para que las pendientes resulten ya demasiado empinadas, ya excesivamente largas. Una escalera supone una sucinta propiciación de una coreografía simple, pero que puede ser espectacular, si consideramos cómo descienden por los escenarios las vedettes.
Una buena escalera ofrece un oportuno descanso en el preciso momento en que se revela la menor fatiga. Dicho de otra manera, ofrece la posibilidad de marchar según una pauta regular, marcando de manera adecuada y digna el arranque y el arribo.

Ahora que se las considera obstáculos a la accesibilidad universal y se les sustituye por largas rampas o ascensores, se abre la posibilidad para justipreciar todo aquello que significa una buena escalera.

Quiropraxias en la cocina

Joachim Beuckelaer (1533- 1575) Escena de cocina (s/f)

Los problemas más difíciles no surgen de la búsqueda de una forma para la vida actual, sino más bien del intento de crear formas que estén basadas sobre verdaderos valores humanos.
Alvar Aalto

En los albores heroicos del Movimiento Moderno en arquitectura, la cocina se redujo a un espacio pequeño y confinado, destinado a las labores mecánicas de una sola persona a la vez y con el designio de la optimización taylorista del trabajo
Se sobresimplificaron y constriñeron de esa manera complejas y ricas quiropraxias, esto es, labores humanas con profundo carácter y sentido integrador y ordenador de todo un sistema de lugares habitados.
Se sobresimplifica la cuestión al reducir a tareas mecánicas el complejo de manipulaciones, transformaciones y condiciones impuestas en la interacción con el ambiente. Cocinar es mucho más que guardar, preparar, cocer y lavar. Es una ceremonia y unos rituales que suponen garantizar el sustento de la reproducción social en múltiples aspectos de naturaleza cultural.
Quien cocina tiene mucho que comunicar, aparte de producir alimentos. Quien cocina no puede soslayar sus compromisos con el cuidado de su prole. Quien cocina no sólo ejecuta su trabajo, sino que produce y reproduce un modo de vivir. Por ello no debe constreñirse necesariamente en un reducto ínfimo, sino que debe ocupar un lugar acorde con todos los compromisos que los personajes portan.

¿Deberemos necesariamente modernizar nuestro modo de vida a cambio de la pérdida de significados de nuestras ceremonias cotidianas?

Contundencia

Giuseppe Abbati (1836- 1868) La ventana (s/f)

Hay un encanto especial en la contundencia de la arquitectura austera.
Reducidos a su esencia, los elementos arquitectónicos no se empobrecen necesariamente: cuando se aúna ética y estética el resultado es simple y terminante. Mientras que la pobreza —el empobrecimiento— juega vanamente a quiero-y-no-puedo, la austeridad se ajusta con exactitud a la circunstancia.
Hay una simplicidad auténtica y valiosa que no es simpleza, sino  virtud en la depuración. No se trata de mezquindad, sino de adecuación a lo necesario. En vez de reducción a un mínimo, se opta por el tamaño conforme.

Cierto es que en estas ocasiones se pierden matices, progresiones, elegancias. Pero siempre se conserva y atesora cuidadosamente la autenticidad.

Las palabras y las cosas

Infraviviendas

El principal objeto de la sociedad es garantizar el derecho a existir.
Robespierre

En épocas apasionadas, el verbo se inflama y los enunciados llegan a ser peligrosos, aún a los que les asiste en alguna medida razón.
Parece que en tiempos de estancamiento decadente, en cambio, las palabras dejan gran parte de su sentido para especificarse en despojos apenas significativos. Proclamar un derecho a existir es propio de otras épocas diferentes a las nuestras.
Pudiera considerarse que una sociedad razonablemente impulsada y organizada abriera la consagración de un derecho humano fundamental para luego especificar todas sus necesarias dimensiones y albergar a todos en su seno. En nuestros tiempos, por el contrario, apenas se abren paso, no sin dificultad, derechos humanos declarativos, pormenorizados y específicos, mientras que el sistema que nos rige expulsa masivamente a la gente que le sobra.

Sobrevivimos en una nave de los locos que va dejando náufragos por todos los mares: ¿Es que somos demasiados? ¿O es que la nave se achica?

Ceremonias cotidianas: comer

Raffaello Sorbi (1844- 1931) La comida de los cazadores (1922)

...la comida no es, y nunca lo ha sido, una mera actividad biológica; constituye algo más que una mera colección de nutrientes elegidos de acuerdo a una racionalidad estrictamente dietética o biológica. Asimismo, sus razones o sus implicaciones no son exclusivamente económicas. Comer es un fenómeno social y cultural, mientras que la nutrición es un asunto fisiológico y de la salud (...) Si exceptuamos algunos productos de lujo, más valorados por su escasez y su precio que por su aspecto (caviar, trufas, jamón de bellota, etc), no existe ningún alimento cuyo significado se derive exclusivamente de sus características intrínsecas, sino que depende de las asociaciones culturales que la sociedad le atribuye.
Jesus Contreras Hernández, 1999

Puede sospecharse que, en el comer, como fenómeno social y cultural, lo interesante es lo que pasa entre bocado y bocado, lo que sucede antes o después de la ingesta, lo que, originado remotamente en una necesidad biológica, lo contornea diferenciado.
En efecto, antes de comer está el menú. Éste no responde a consideraciones de conveniencia nutricional cuanto a determinaciones complejas de lo bueno para comer, distinguido de todo aquello que es o tabú o invisible como alimento.
Entre bocado y bocado está la conversación, el intercambio significativo y la socialización: quienes comen juntos comparten mucho más que las viandas y la mesa. Somos humanos porque parloteamos, aprendemos y enseñamos mientras constreñimos nuestros gestos con la imposición de la etiqueta.
La sobremesa puede ponernos filosóficos y el sopor de los alcoholes puede soltarnos la lengua en la imprudente confidencia. Quienes han compartido comida y bebida renuevan alianzas y complicidades; a veces cierran negocios.

Celebramos nuestra condición de humanos contorneando sin tocar apenas el núcleo necesario de la subsistencia: comer es el exceso más allá del hambre puramente animal.

Homenaje al claustro

Francesco Guardi (1712- 1793) Claustro en Venecia (s/f)

En principio, todo es cerrarse, en latín claudere, de ahí que encerrarse se diga también enclaustrarse.
Por imperio de la geometría sencilla, un patio se desarrolla por lo general según una planta cuadrada, rodeada por una galería que se abre con arcos o pórticos y distribuye en su contorno a todas las diversas estancias.
De esta manera, todo claustro es un mundo dentro del Mundo, encerrado sobre sí y prometiendo una suerte de autosuficiencia más retórica que real, pero convincente.
Componente no menor de todo claustro es el cielo propio del que dispone. Así, en vez de ventanas a la ciudad, hay un gran vano al cielo y a sus signos. La concentración recogida lo agradece y parece privilegiar las relaciones entre los habitantes y su cielo.
Esta concentración es funcional al designio monástico y resulta también apta para hospitales, escuelas, cuarteles y cárceles. De allí que un claustro sea una fértil idea arquitectónica, capaz de constituir ya un tipo, ya un paradigma, ya un patrón complejo.
No se trata de una idea sencilla. Se trata de una idea fundamental para la arquitectura, más allá de estilos, culturas y tectónicas: siempre se ensimismarán allí sus habitantes, su patio y su cielo.


Comportamiento de los bordes

Frederick Hendrik Kaemmerer (1839- 1904) En las costas (1895)


El comportamiento de los bordes es tanto una oportunidad para solazarse en la dicha como para alarmarse ante las irrupciones ominosas. Y para todo un amplio arco de experiencias intermedias entre estos extremos.

Un problema de dimensiones

Caspar David Friedrich (1774- 1840) Umbral en Meissen (1827)

La historia de la arquitectura es un problema de distancia.
Santiago de Molina, 2016

Nuestro autor citado parece tener razón en lo fundamental: la arquitectura puede contener un problema crítico. Si así fuera, quizá también le asista la razón en su proposición: el problema de distancia es ese problema crítico.
Esto quiere decir, si uno lo analiza con alguna profundidad, que la arquitectura opera de modo recurrente disponiendo cualquier tipo de elemento con el fin de constituir una distancia. En efecto, una cosa es, en principio, extensa y el lugar de la que es titular  denota, mediante su contorno, su constituyente extensión. Por obra del contorno, se interpone un aspecto de la entidad que pone distancia, mínima, pero necesaria, con todo aquello que deja de ser esa entidad.
Así discurre un arquitecto: poniendo su atención en la articulación que constituye a cada cosa en su lugar.
Por mi parte, me pregunto si el problema de distancia es apenas un problema espacial —en el sentido euclidiano-newtoniano del término— o si es omnipresente en todas las dimensiones físicas y existenciales del sitio habitado. En estas páginas se ha hablado de otras dimensiones: la primera de estas y fundamental es el tiempo. Luego vienen todas aquellas propuestas en su momento por Peter Sloterdijk. Pero de estas y de sus arquitectónicas articulaciones deberá indagarse más en profundidad.

Aquí se agregaría, a la proposición citada: La historia de la arquitectura es un problema de distancia, esto es, de las articulaciones interpuestas en todas las dimensiones del lugar.

Juego

John Lavery (1856- 1941) Partida de tenis (1885

Cuando examinamos hasta el fondo, en la medida de lo posible, el contenido de nuestras acciones, puede ocurrírsenos la idea de que todo el hacer del hombre no es más que un jugar.
Johan Huizinga, 1954

Tenemos que agradecer a los ingleses la afición a los deportes, pero sobre todo, debemos reconocer mucho a todos los que juegan y con ello, enseñan.
Hay en el juego la institución de un tiempo diferente al rutinario. Hay un instante crucial en donde las reglas cambian de aspecto. Es tiempo de jugar, privilegio que a nadie debería negársele.

…Es más clara la limitación espacial del juego. Todo juego se desenvuelve dentro de su campo, que, material o tan sólo idealmente, de modo expreso o tácito, está marcado de antemano. Así como por la forma no existe diferencia alguna entre un juego y una acción sagrada, es decir, que ésta se desarrolla en las mismas formas que aquel, tampoco el lugar sagrado se puede diferenciar formalmente del campo de juego. El estadio, la mesa de juego, el círculo mágico, el templo, la escena, la pantalla, el estrado judicial, son todos ellos, por la forma y la función, campos o lugares de juego; es decir, terreno consagrado, dominio santo, cercado, separado, en los que rigen determinadas reglas. Son mundos temporarios dentro del mundo habitual, que sirven para la ejecución de una acción que se consuma en sí misma.
Johan Huizinga, 1954

Mucho antes que a nuestros antiguos antepasados de les ocurriera levantar muros o cubiertas, ya había arquitectos y arquitecturas del lugar: cuando se establecían reglas alternativas y se señalaba el lugar en donde se llevaba a cabo ese cambio. En términos estrictos, lo que se constituye y señala es una articulación en el lugar habitado: dentro del recinto marcado, unas reglas, fuera, otras. Con el tiempo, este gesto primordial quedó reducido al trazado metódico de críticas líneas de cal.

El quid de la arquitectura se inauguraba así, con la seria levedad de un juego

Políticas de integración social y segregación sistémica

n hurgador de residuos en Montevideo sale de un contenedor luego de buscar algún objeto comercializable

En nuestro país, en los últimos años se ha desarrollado una multiplicidad de políticas sociales de inclusión social.
Son políticas que buscan combatir diversos fenómenos de discriminación de variados tipos. Es así que hay políticas enfocadas a la segregación económica, en lucha contra la pobreza extrema, asistiendo  a la población pobre y aún indigente con dinero, alimentos, asistencia médica y servicios educativos públicos. También hay programas de reasentamiento que buscan —para quienes residen en infraviviendas ocupando informalmente ciertas zonas— que pasen a residir en localizaciones regulares, saneadas y con disposición de servicios. También hay políticas en contra de la discriminación étnica, de edad o de género. Todo esto, en principio y más allá del juicio sobre su efectividad y eficacia relativa, está bien y debe apoyarse.
Pero cabe una observación: mientras que las políticas sociales de integración social son discretas y específicas, esto es, atienden de a uno y problema a problema a los afectados, mientras sucede efectivamente esto, por otra parte, la sociedad y su economía persiste en una masiva y generalizada segregación sistémica.
Así, el proceso de segregación socio-espacial persiste en nuestras ciudades. Los nuevos conjuntos habitacionales se sitúan en las periferias, mientras que en las áreas centrales se vacían progresivamente en un deplorable espectáculo de fincas y comercios vacíos, a la espera de una sustitución inmobiliaria que tarda en concretarse. Los pobres, aún con viviendas adecuadas, se sitúan en locaciones alejadas de todo servicio urbano, el que será provisto, no sin dificultades y retrasos, por la inversión pública.

Todo parece indicar que mientras que las políticas públicas gotean hacia el espacio social, la segregación socioeconómica sigue inundando las cuencas.