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Juego

John Lavery (1856- 1941) Partida de tenis (1885

Cuando examinamos hasta el fondo, en la medida de lo posible, el contenido de nuestras acciones, puede ocurrírsenos la idea de que todo el hacer del hombre no es más que un jugar.
Johan Huizinga, 1954

Tenemos que agradecer a los ingleses la afición a los deportes, pero sobre todo, debemos reconocer mucho a todos los que juegan y con ello, enseñan.
Hay en el juego la institución de un tiempo diferente al rutinario. Hay un instante crucial en donde las reglas cambian de aspecto. Es tiempo de jugar, privilegio que a nadie debería negársele.

…Es más clara la limitación espacial del juego. Todo juego se desenvuelve dentro de su campo, que, material o tan sólo idealmente, de modo expreso o tácito, está marcado de antemano. Así como por la forma no existe diferencia alguna entre un juego y una acción sagrada, es decir, que ésta se desarrolla en las mismas formas que aquel, tampoco el lugar sagrado se puede diferenciar formalmente del campo de juego. El estadio, la mesa de juego, el círculo mágico, el templo, la escena, la pantalla, el estrado judicial, son todos ellos, por la forma y la función, campos o lugares de juego; es decir, terreno consagrado, dominio santo, cercado, separado, en los que rigen determinadas reglas. Son mundos temporarios dentro del mundo habitual, que sirven para la ejecución de una acción que se consuma en sí misma.
Johan Huizinga, 1954

Mucho antes que a nuestros antiguos antepasados de les ocurriera levantar muros o cubiertas, ya había arquitectos y arquitecturas del lugar: cuando se establecían reglas alternativas y se señalaba el lugar en donde se llevaba a cabo ese cambio. En términos estrictos, lo que se constituye y señala es una articulación en el lugar habitado: dentro del recinto marcado, unas reglas, fuera, otras. Con el tiempo, este gesto primordial quedó reducido al trazado metódico de críticas líneas de cal.

El quid de la arquitectura se inauguraba así, con la seria levedad de un juego

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