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Signos: I. Identidad

Anders Zorn (1860- 1920) Reflejo (1889)

La fotografía es el advenimiento de yo mismo como otro: una disociación ladina de la conciencia de la identidad.
Roland Barthes

Hay visiones que inauguran.
Una de ellas es la comprobación de nuestro reflejo que revela la condición de estar aquí, antes que revelar los pormenores del semblante. Esta visión inaugura, a la vez, la autoconciencia y la condición de habitante, nada menos.
En efecto, la plena autoconciencia sólo puede revelarse en la percepción de la propia figura proyectada conjuntamente con nuestro entorno próximo. Por otra parte, esta autoconciencia está fundada en el reconocimiento efectivo de nuestra situación frente a la representación por parte del reflejo.

Comprendemos en ese instante que somos y estamos aquí, son expresiones diferentes de una única condición.

Plumas ajenas: Jane Jacobs

El aspecto de las cosas y su manera de funcionar están inextricablemente unidos, sobre todo cuando se trata de ciudades. … Es completamente inútil planear la apariencia de una ciudad o especular sobre la mejor manera de darle una grata apariencia de orden sin conocer antes su funcionamiento y orden innatos. Hacer de la apariencia de las cosas el propósito principal o el escenario principal sólo puede traer problemas.

Jane Jacobs, 1961

Emociones. V. Entereza y miedo

Johan Krouthén (1858- 1932) El banco de arena de Skaw (1883)

Siempre nos ubicamos en un punto intermedio entre la entereza y el miedo que nos asegure un lugar en el mundo.
Es que el miedo nos somete a la retracción, mientras es con entereza que afrontamos el lugar y sus condiciones. Sobre la recta que va del miedo a la entereza entonces situamos el punto que nos permite trazarnos un horizonte.
La ciudad y sus habitantes suscitan el miedo que nos recluye tras las rejas, al abrigo de nuestros muros y frente al televisor. Este último insiste todos los días en alimentar tanto nuestro miedo a nuestros semejantes —que empiezan a ser los Otros—, así como a proponernos con insistencia que debemos seguir consumiendo todas esas cosas maravillosas que suceden en las tandas publicitarias.

Así, perdemos el horizonte, porque ahora estamos situados entre el miedo y el deseo y ambos son cada vez más fantasmáticos

Envejecer con nobleza

Gerard Byrne (1969- ) Atardecer en Clifton Terrace (2015)

Por lo general, se tiene a la arquitectura en la categoría de las cosas que se mantienen relativamente invariables, dando marco y fondo a los cambios de la vida.
En verdad, lo que hacen las arquitecturas es envejecer morosamente, dejando sedimentar el paso del tiempo. Algunas —las mejores de su clase— envejecen con nobleza. Hijas de su tiempo, no han resultado veleidades pasajeras de una moda, sino de una apuesta dada al futuro. Su calidad material les asegura el mantenimiento del estado vigente, mientras que la  calidad simbólica no sólo estriba en características intrínsecas de la construcción, sino en el desenvolvimiento histórico de la peripecia de sus habitantes. A veces la calidad material resulta más perdurable que el estilo de vida originario. En otras ocasiones, es preocupante cuan efímero es un estado físico relativamente decoroso.

¿Cómo envejecerán las diferentes arquitecturas de nuestra época?

Emociones. IV. Serenidad e irritación

(La beauté)
Et jamais je ne pleure et jamais je ne ris.
Charles Baudelaire

Los griegos nos han enseñado el valor de belleza en los semblantes serenos.
Este valor estético ha sido trasladado de las personas a la arquitectura y de allí es que la verdadera hermosura arquitectónica se aprecia con una calma que se distancia tanto de la irritación iracunda como de la hilaridad. La arquitectura lograda es la que adopta una justa medida y sus fruidores rehúyen toda desmesura, toda pasión desatada.

No se trata de reprimir las emociones, sino de temperarlas.

Plumas ajenas: Jane Jacobs

…las ciudades necesitan una muy densa y muy intrincada diversidad de usos que se apoyen mutua y constantemente, tanto económica como socialmente. Los componentes de esta diversidad pueden diferir enormemente, pero han de completarse necesariamente de maneras determinadas y concretas. 


Jane Jacobs, 1961

Emociones. III. Alegría y tristeza

Vincent van Gogh (1853- 1890) Mujer en un trigal (1887)

La alegría consiste en tener salud y la mollera vacía.
Antonio Machado
Las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias.
Miguel de Cervantes
Le Corbusier definía al sol, el espacio y el verdor como alegrías esenciales, lo que es una bella y expresiva manera de caracterizarlos.
Hay una idea que asocia la alegría con la salud: el estar sano y alegre parece constituir un estado de plenitud existencial. Este estado puede ser efímero, pero peculiarmente intenso, como en el éxtasis, así como la depresión aguda se identifica como un pujo de honda tristeza.

En la vida contemporánea solemos aguardar expectantes unas intensas vivencias de la alegría que no suele referirse, por lo general y necesariamente, a factores saludables. Así nos va.

Plumas ajenas: Santiago de Molina

Benditas instalaciones si la vida de las personas es mejor. Benditas instalaciones si además de su democratización lográsemos hacer inapreciable el recibo de la luz.

Santiago de Molina, 2016

Emociones. II. Adhesión y aversión

Eugène Boudin (1824- 1898) Playa al atardecer (1865)

Podría decirse que en todo habitar hay, al menos un par de vectores alineados en su dirección emocional y de signos —direcciones— opuestas: la adhesión y la aversión.
Por lo general, cada uno intenta conformar sus lugares y disponer enseres y objetos en una forma que juzga adecuada, digna y decorosa. A situaciones así adherimos con grados variables de entusiasmo y complacencia.
Frente a esto, una situación inadecuada, indigna o indecorosa nos mueve a la transformación, una vez que la aversión nos mueve a rechazar este escenario y anhelar el cambio.
Pero debe observarse cómo estas emociones antagónicas promueven, cada una a su manera, a las acciones y prácticas del habitar. La aversión nos desafía a encontrar alternativas: sustitución de lugares y equipamientos, reordenamientos, supresiones y adquisiciones, ajustes. Todas acciones movidas por el ímpetu de abandonar una situación que disgusta. Por su parte, la adhesión promueve, en algunos casos, la concentración de la atención en los elementos o componentes de la escena que resulten cruciales o fundamentales para alcanzar esta condición de complacencia. En otros términos: mientras que la aversión nos mueve al cambio, la adhesión nos mueve a posteriori a encontrar de qué condiciones resulta.

El antagonismo adhesión/aversión tiene una cierta complejidad, por debajo de su aparente contundente sencillez.

Hacia métodos hermenéuticos de proyecto

Nicolae Vermont (1866- 1932) A pleno sol (s/f)

Para muchos arquitectos, la profesión es una búsqueda de un lenguaje propio y diferencial, auténtica expresión de las mejores características del artífice.
Allá ellos.
En este sitio se prefiere apostar a la indagación hermenéutica: interpretar los deseos anidados en las profundidades del psiquismo de los habitantes. Para esto debemos, en primer lugar, prestarles atención, y en segundo lugar, darles voz. El círculo se cierra con una escucha paciente y respetuosa.

El resultado será, sin dudas, genuino, porque el verdadero proyecto del habitar está en el fondo del alma humana.

Emociones. I. Sorpresa y habituación

Paul Hoecker (1854- 1910) Tarde de primavera (1900)

La ilustración arquitectónica suele apelar con mucha frecuencia al efecto de la sorpresa.
En un cuadro arquitectónico logrado siempre hay un elemento que promueve la admiración por la originalidad, el elegante equilibrio de los elementos, la conseguida contraposición de colores y texturas, a veces, los reveladores golpes de luz.
Por su parte, la obra arquitectónica en sí misma puede sorprendernos agradablemente con similares recursos. Por ello, la emoción de la sorpresa tiene un papel a desempeñar en la retórica arquitectónica. Pero, por lo general, las obras arquitectónicas perduran en el tiempo por plazos mucho más dilatados que los que colma esa maravilla.

Así, a la sorpresa le sigue la habituación, que es no es un contravalor, sino un antagonista emocional. Frente al cultivo frecuente del recurso de la sorpresa, parecería un argumento más honesto, desde el punto de vista retórico, el recurso de la habituación a la bella interacción entre el lugar habitado y su ambiente.

Texturas

Vilhelm Hammershøi (1864 – 1916) Mujer al lado de un piano con un libro (s/f)

Los interiores se habitan rozando sus texturas.
A esto llegamos apreciando cómo se las arregla la luz para entrometerse reveladora. Sólo que no nos quedamos en la pura imagen visual, sino que vivimos efectivamente con el cuerpo aquello que la visión no hace otra cosa que anticiparnos.

Vivir una habitación pasa por los roces tenues del cuerpo, por la reverberación de la voz, por las revelaciones del resplandor del ambiente, por el adentrarse.

Plumas ajenas: Victoria Camps

¿Por qué es tan difícil que la ley moral dirija efectivamente nuestras vidas? ¿Por qué, entre las numerosas razones que condicionan la conducta, las razones éticas cuentan tan poco? Hay una respuesta sencilla y rápida a estas preguntas y es la siguiente: no basta conocer el bien, hay que desearlo; no basta conocer el mal, hay que despreciarlo. Si la respuesta no es equivocada, de ella se deduce que el deseo y el desprecio, el gusto y el disgusto son tan esenciales para la formación de la personalidad moral como lo es la destreza en el razonamiento.
Victoria Camps, 2011


La dimensión alethotópica de ventanas y puertas

Lothar von Seebach (1853  -1930) Dama en su balcón (1905)

A través de los vanos es que irrumpen las novedades en los interiores habitados.
Mientras que los muros y las cubiertas ciegan, aíslan y confinan, las ventanas y puertas abren los interiores a las novedades del mundo. Desde el interior, al atisbar a través de los vanos, podemos desocultar los hechos del mundo que hemos dejado fuera.
Como resultan vanos practicables —se pueden cerrar y abrir, se puede dejar pasar la luz, pero no tanto el sonido, se puede ventilar o detener el viento y otras operaciones— esta apertura tiene sus modulaciones voluntarias que confieren especial significado al habitar.
Así, se pasa de la apertura a las revelaciones del ambiente a la clausura del abrigo, de la admisión de las energías en forma plena e indiscriminada a la cuidadosa selección de flujos e influjos. Se pasa de la recepción amistosa de visitantes a la interposición de barreras a extraños.

Los vanos dicen mucho del habitar porque participan intensas pasiones que se revelan en sus atravesamientos.

Producciones

Francis Davis Millet (1846- 1912) Un rincón acogedor (1884

Habitar es también una producción. Habitar, en esencia, es un arte.
Habitar no es un acontecimiento que se reduzca a sucederle a un sujeto pasivo. Un habitante es artífice del lugar que ocupa.
  • Toda presencia es fruto de una actividad productiva de situación y acontecimiento.
  • Toda ocupación resulta de una actividad productiva de un lugar a costa de un sitio físico.
  • Todo encontrarse supone aunar voluntaria y deliberadamente el hallarse como hecho y el reconocerse allí como actividades mutuamente implicadas.


Habitar es una actividad dirigida a la consecución de una buena vida. Y una buena vida es algo más que transcurrir; es resultado del ejercicio de un arte.

Prácticas, representaciones y acciones

Georg Schrimpf (1889- 1938) En el balcón (1927)

No hay nada más práctico que una buena teoría
Kurt Lewin
Habitar constituye un conjunto estructurado de prácticas.
Por su parte, una práctica social resulta del alineamiento operativo de representaciones con acciones. Así, habitar es una praxis que aúna teorías con conductas
Estas teorías tanto se aplican a la concepción, como al proyecto, la construcción  e incluso en la implementación. Cada teoría tiene adscritas diversas acciones.
De esta manera, las acciones que impulsan la constitución de una conducta habitable se ven mediadas por representaciones sobre el ser y, sobre todo, el deber ser de la cuestión. ¿Cómo es que viviremos, según un legítimo fondo de deseo?
A la concepción le sigue de cerca el proyecto. Todo habitar resulta de una anticipación ideal, más o menos minuciosamente deliberado. La cuestión de cómo conseguir vivir en cierta forma llega a verificarse según unas acciones que siguen un plan.
El proyecto se manifiesta objetivamente en una construcción. Puede ser, en ocasiones, una construcción material, pero siempre es un constructo. Y lo es porque el modo de habitar se forja con materiales y energías, sí, pero también con ideas y valores.
Finalmente, la implementación habitable también instrumenta tanto representaciones como acciones, ya que cada gesto adquiere, en un contexto dado, un significado preciso. Es a la luz de estos significados que el ciclo de prácticas vuelve, una y otra vez, sobre sí mismo.

Habitar constituye a la vez una historia y una geografía practicadas

Conductas, ritos, ceremonias

Benozzo Gozzoli (1420- 1497) La danza de Salomé (1462)

Es mediante las danzas del cuerpo que nos adueñamos legítimamente de los lugares.
Son los gestos del cuerpo en el espacio y en el tiempo los que hacen de un sitio físico un lugar efectivamente ocupado. El cuerpo, en su acción, le confiere estructura, orden y orientación al lugar.
Con los pasos medimos la extensión de las estancias y la calidad de las escaleras. Según alcancemos las cosas con las manos, quedarán éstas dispuestas en un mundo que verifica efectivamente una existencia humana allí. No hay regla más elemental que la que se impone a la pantomima cotidiana.
Habrá, aquí y allá, ciertos puntos en donde se detendrá la mirada: el lugar geométrico de todos los puntos es el continente del horizonte general de toda composición. Las voces y los ecos nos indicarán ciertas regiones especiales tenidas como focos de atención.
Algunos cuerpos tendrán la virtud de imponer ritmos y cadencias a otros: según esta distribución de papeles se organizará la coreografía colectiva.

La sucesión de gestos hará historia y el lugar constituirá una geografía.

Un lugar soñado en donde valga la pena el despertar

Telemaco Signorini (1835- 1901) Vista del paisaje de Riomaggiore (1894)

El lugar que merecemos habitar es un lugar soñado en donde valga la pena el despertar.
En primer término hay que precisar por qué se habla aquí de un lugar soñado. No nos merecemos un lugar al que sólo accedemos a título de advenedizos. Por ello, damos con un lugar que hemos entrevisto; llegamos a un lugar que antes hemos previsto, no en sus detalles de emplazamiento, sino en su carácter de proyecto. El sueño del lugar es aquella construcción previa y necesaria que nos permite reconocer el sitio recién cuando llegamos a su revelación efectiva.
Un lugar soñado es, en definitiva, una prefiguración que se verifica en la ocupación del lugar. Esta prefiguración es necesaria para que podamos llevar a cabo la operación compleja, pero crucial, de transformar un sitio físico en un lugar abierto a la experiencia vital de habitarlo.
En todo caso debe ser un lugar en donde valga la pena el despertar, porque no se trata de una fantasmagoría del deseo, ni de una utopía, sino de un lugar efectivamente alcanzado. No basta soñar el lugar: es preciso despertar y comprobar fehacientemente su carácter conforme.

Nos merecemos lugares así

El decoro, el ornato y la dignidad

Martinus Rørbye (1803- 1848) Una logia en Procida (1835)

El Decoro es un correcto ornato de la obra., hecho de cosas aprobadas con autoridad
Vitruvio I. II, 18
La idea del decoro se ha desdibujado tanto como la idea conexa de ornato.
En efecto, se tiene, por lo general al ornato como un adorno contingente y agregado con fines de embellecimiento facticio. Si esto fuese siempre así, en el texto vitruviano resultaría algo incongruente el adjetivo correcto, si uno entiende este término en el sentido de debido u obligado.
Puede entenderse el ornato como la terminación o acabado final de la forma que resulta correcta, debida u obligada en consonancia con el contenido del que es portadora. En otras palabras, el ornato no es facultativo, sino es resultado de una correcta expresión condigna de la producción arquitectónica.
Así, la forma debe recibir un correcto acabado para resultar un adecuado significante emergente de la condición digna de la obra. No es un gesto sobre elaborado, sino es la determinación final de la forma lo que cuenta.
En este sentido, los lugares habitados deben resultar decorosos en toda ocasión donde sea imperativo expresar arquitectónicamente la dignidad de la obra y de la condición de sus habitantes.  

Desde este punto de vista ¿acaso alguien puede suprimir el ornato necesario allí donde no apremie la consideración de dignidad? Puede que mucho ornamento sea suprimible, pero no sucede lo mismo con el ornato.

Plumas ajenas: Victoria Camps

Lo que mantiene viva y despierta a la filosofía es la capacidad de dudar, de no dar por definitiva ninguna respuesta


Victoria Camps. Elogio de la duda

Las cosas de vivir

Boris Kustodiev (1878- 1927) Vasily Mathé (1902)

guardaré mansamente las cosas de vivir…
Horacio Ferrer
A veces les parecería que podría transcurrir armoniosamente una vida entera entre aquellos muros cubiertos de libros, entre aquellos objetos tan perfectamente domesticados que habrían acabado por creerlos hechos desde siempre para que los usaran ellos únicamente, entre aquellas cosas bellas y sencillas, suaves, luminosas.
Georges Perec, 1965

¿Cómo disponer las cosas de vivir en un modo no pura y burguesamente acumulativo?
Perec quiere cosas bellas y sencillas, suaves, luminosas. Ahí está la clave.
Las cosas de vivir no constituyen una colección, ni una serie; las cosas de vivir son miembros activos de una estructura. Tienen significado antes que valor: por eso son, a la vez y recíprocamente bellas y sencillas. Esto quiere decir bellas-cuanto-sencillas y sencillas-cuanto-bellas. Las cosas de vivir no lucen en naturalezas muertas, sino en el escenario de la vida. De allí que sean suaves con la piel y luminosas por sí mismas.
La población de los lugares por las cosas de vivir sigue una lógica inherente al pulso de quienes viven allí y que con cosas así es que son dueños de su situación y circunstancias. Hay que conseguir que vayan a dar a ese lugar las cosas que allí están precisamente destinadas.

La estética en las cosas de vivir que no anda muy lejos de una ética correspondiente.