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El signo del reflejo en el agua

Hermann Corrodi (1844–1905) A la vera del río (s/f)

Yo que sentí el horror de los espejos
no sólo ante el cristal impenetrable
donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos

sino ante el agua especular que imita
el otro azul en su profundo cielo
que a veces raya el ilusorio vuelo
del ave inversa o que un temblor agita

Jorge Luis Borges
Hay un suceso capital en el devenir de la historia humana del habitar: advertir la propia presencia en el reflejo que nos devuelve la evidencia que constituimos un lugar.
Nos identificamos a la vez que conocemos nuestro lugar. Narciso sucumbió ante este encantamiento, mientras que a Jorge Luis Borges le infligió un horror del que no se libraría ni con el exorcismo de la poesía. En todo caso, hay en el mundo ciertas mágicas entidades a través de las cuales irrumpe la revelación que estamos de un lado del mundo.

Quizá haya sido precisamente el lugar en donde experimentamos tal epifanía es el lugar originario desde donde parten, raudas e incesantes todas las dimensiones del espacio y el tiempo.

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