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Oficina


Duele tanto la rutina de una vida siempre igual, la costumbre duele tanto, que esta noche, liberado del perfume de oficinas, ¡quiero música, maestro, hasta morir!
Homero Expósito

La acusada tercerización de la economía y del empleo condena a cada vez más cuantiosos contingentes humanos a la vida de oficina.
Trabajar en una oficina supone desarrollar, con resignada actitud, un modo de vivir, sentir y haberse con el mundo. Un fantasma recorre todos los rincones de las oficinas, un deprimente y mórbido aburrimiento. Las tareas concretas suelen ser abusivamente repetitivas y su cadencia se vuelve cada vez más desprovista de sentido.
No obstante, la administración de flujos de información parece constituir, en cierto modo, el destino de cada vez más personas en su trabajo cotidiano.
Puede que el rediseño radical de las oficinas constituya un importante capítulo de la arquitectura del futuro. Ojalá los oficinistas del futuro pueda habitar sus habitáculos de modo más confortable y vivible.


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