Iglesia de San
Jorge en Ragusa Ibla, 2019
Hay un
momento en la tarde en que todo parece detenerse un instante. Es el momento en
que empieza a caer el día.
No es
aún el crepúsculo, sino apenas la iniciación de la fatiga del transcurrir.
Mientras que el tiempo de los relojes sigue su transcurso monótono y regular,
la vida retiene por un rato el aliento y la tarde resplandece con un fulgor sosegado
y pleno. En las escuelas, las maestras recogen en silencio las tareas, aunque
todavía no es el momento de salir. Mientras tanto, en la iglesia de San Jorge
de Ragusa, esa luz tan especial baña los cortinados. Y así, uno retorna en el
espacio y en el tiempo.
Porque
en ese instante el tiempo vivido se toma una satisfecha pausa.
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