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Plumas ajenas: Kenneth Frampton

Como es bien sabido, el surgimiento de la arquitectura como práctica
individual consciente de sí misma es inseparable del ascenso de la clase burguesa en la segunda mitad del siglo XV. El origen de nuestra noción del diseño arquitectónico como un proceder específicamente moderno, innovador, no tradicional, no puede ser hallado remontándose más allá de ese momento en la historia, cuando las primeras señales de la división del trabajo y la disolución de la cultura gremial anterior a la alfabetización son perceptibles en los métodos mediante los cuales Brunelleschi erigió la cúpula sobre Santa Maria del Fiore en Florencia. Estamos en deuda con Giulio Carlo Argan por su observación de que éste es precisamente el momento en que las así llamadas artes liberales adquieren su ascendente sobre las artes mechanicae y en que el ascenso del arquitecto/artista individual, como un protoprofesional, causa el correspondiente descenso de la estatura de los maestri o maestros artesanos. Esta condición se refleja en el hecho de que, aunque la catedral genérica y el cobertizo cotidiano eran empresas marcadamente diferentes dentro de la cultura gremial, parece haber existido una continuidad simbiótica en la visión medieval del mundo que servía para unificar la producción entera de una civilización basada en la agricultura. Esta continuidad es evidente en el hecho de que el granero y el templo surgieron del mismo género de producción artesanal.

Kenneth Frampton, 1991

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