Reflexionando en torno a la
insuficiencia de la idea de habitar como sinónimo de estar amparado,
especialmente a partir de estudiar cómo habitan los pobladores que se asientan
en los márgenes de la urbanización y producen su casa y entorno a partir de
condiciones sumamente difíciles y precarias, he encontrado en diversos autores
una definición de habitar que tiene que ver con el hecho antropológico de
hacerse presente en un lugar, de saberse allí y no en otro lado. Es ésta una definición
de habitar que se basa en la noción de presencia
en un lugar.
Giglia, 2012: 10
La presencia constituye la clave del
habitar. Allí donde hagamos presencia, allí tendremos lugar, siquiera de modo
momentáneo, fugaz, episódico. Hacer presencia es la condición necesaria del
habitar, porque señala, como hecho efectivamente vivido en primera persona, un
aquí concreto, un ahora de la conciencia que sirve de hito tanto para el tiempo
como para el espacio. Hacer presencia es significar ese aquí, en el sentido de hincar
una referencia en el mundo.
Pero para habitar en toda la extensión
del término, es necesario sí, hacer presencia, pero además es imperioso hacer población,
esto es, colmatar el lugar con la presencia, habituar esta figura, domesticar
el lugar mediante una intensificación productiva y simbólica de la operación de
tener lugar. Allí, en el lugar en que hacemos tanto presencia como población,
imperamos en nuestro territorio, ocupamos con plena legitimidad nuestro ámbito,
conseguimos existir en nuestro propio campo espaciotemporal.
Ref: Giglia, Ángela (2012) El habitar y la cultura.
Barcelona, Anthropos, 2012
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