La vida florece con esta
dilatación de los sentidos. Sin ella, los latidos del corazón son más lentos,
el tono de los músculos es más bajo, la postura carece de aplomo, faltan las
distinciones más delicadas de la vista y el tacto, y quizá la misma voluntad de
vivir queda derrotada. Hacer pasar hambre a la vista, al oído, a la piel y al
olfato es un modo tan eficaz de cortejar la muerte como negar alimentos al
estómago. Aunque la dieta era a menudo magra en la Edad Media, aunque muchas
comodidades del cuerpo faltaban hasta para quienes no se imponían abstenciones
como penitencia, ni el más mísero ni el más ascético podían cerrar del todo los
ojos a la belleza. La propia ciudad era una obra de arte siempre presente.
Lewis
Mumford
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