Max
Nonnenbruch (1857- 1922) En la terraza
(1888)
Frente al diseño de una
vivienda un arquitecto debe dudar y reconstruir desde esa duda la noción misma
de vivienda, la lógica de su disposición física, de sus efectos simbólicos, de
las tecnologías que la concretan y de los principios de su relación con el
medio. No importa si el resultado final es original o no, si ese proceso de
reconstitución se refleja ostensiblemente en la obra, lo que importa es que la
obra será auténtica no por original o novedosa sino por originada desde sus
fundamentos.
Roberto
Doberti
La auténtica arquitectura de la casa, originada
desde sus fundamentos. Se dice fácil.
El
problema radica en reconocer, cultivar y cosechar —si cabe el término— los
verdaderos fundamentos de una casa que no se constituye tanto con piedra,
ladrillos, madera y vidrio, sino con la forma propia de la vida humana.
Un
fundamento posible es el amparo termotópico:
la casa se originaría de un abrigo de confort percibido con la piel. Otro
fundamento igualmente posible es el acondicionamiento fototópico, allí en donde se verifican las modulaciones de la luz
que agradan tanto a la mirada como aquello que se deja contemplar. Otro, aún,
podría ser de naturaleza fonotópica:
fondos murmurantes en donde resplandezca esa palabra que ansiamos oír. Sin
agotar una enumeración que debe ser aún tentativa y conjetural, habría que
incluir una dimensión osmotópica, acondicionamiento
de atmósferas y hálitos que hacen llevaderas y hondamente respirables nuestras
estancias.
Los
fundamentos de la arquitectura de la casa son materias, energías e
informaciones sutiles, evanescentes y complejas en su constitución. Mucho más
complejas que la física aplicada y la geometría euclidiana al uso de los
arquitectos.
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