Al ser peatones, nuestras
impresiones y experiencias más duraderas se producen en relación con lo que
vemos a la altura de la planta baja. Los pisos más elevados no forman parte de
nuestro campo inmediato de visión, como así tampoco los edificios que están en
la vereda de enfrente. Percibimos tanto lo que está arriba nuestro como lo que
está del otro lado de la calle a una mayor distancia, y por lo tanto no podemos
establecer una relación cercana con el objeto ni distinguir detalles
significativos. La situación cambia cuando hablamos de las plantas bajas que
observamos durante un recorrido peatonal. En estos casos vemos todos los
detalles de la fachada y de las ventanas. Notamos el ritmo de los distintos elementos
compositivos, los materiales, los colores y las personas que se encuentran
alrededor nuestro y que van a determinar si nuestra caminata resulta
interesante. De esto se desprende que hay indicios que muestran lo positivo que
resulta para el espacio urbano la disposición de actividades atractivas en las
plantas bajas de edificios que están sobre vías transitadas. Cuando se trata de
determinar qué constituye una experiencia, cualquier otro elemento ocupa un rol
mucho menos importante.
Jan
Gehl, 2010
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