El viandante que circula o que
se detiene en este o aquel otro punto de su recorrido, en efecto, discurre, en
el triple sentido de que habla, reflexiona y circula. De un lado, el usuario habla,
dice, emite una narración al mismo tiempo que se desplaza, hace proposiciones
retóricas en forma de deportaciones y éxodos, cuenta una historia no siempre
completa, no siempre sensata. También, en efecto, ese usuario piensa, en la
medida que suele tener la cabeza en otro sitio, está en sus cosas, va absorto
en sus pensamientos, que –a la manera del Rousseau de las Ensoñaciones del
paseante solitario– no pocas veces plantean asuntos fundamentales sobre su
propia existencia. Por último, el usuario del espacio público pasa, es un
transhumante, alguien que cambia de sitio bajo el peso de la sospecha de que en
el fondo carece de él. Esa molécula de la vida urbana, el viandante, es al
mismo tiempo narrador, filósofo y nómada. Dice, piensa, pasa. Lo que lleva a
cabo es una peroración, un pensamiento, un recorrido.
Manuel
Delgado, 2017
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