Albert
Chevallier Tayler (1862- 1925) El consejo
de las tres (s/f)
El saber arquitectónico tiene objeto propio
y diferencial situado más allá del
artefacto construido: conocer en profundidad y simpatía el efecto en la vida
humana que allí tiene amparo es el verdadero e implacable horizonte. Por ello,
la Teoría del Habitar constituye un intento necesario para asediar una materia
específica y acuciante.
Por
su parte, toda acción arquitectónica
que aspire a su plena consumación social tiene en la finalidad habitable un
cabal fin en sí mismo. Fin para el cual todo el saber técnico y profesional,
así como todo desvelo del esfuerzo tiene allí una meta definida y trascendente.
En
definitiva, no hay demostración más estimable del verdadero talento arquitectónico, cuando las
virtudes de todo lo conocido, lo actuado y lo realizado se verifican con el
pulso de la vida.
Por
ello, el habitar constituye un horizonte
finalista para la arquitectura: porque es hacia allí donde convergen todos los saberes,
los esfuerzos y los talentos.
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