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Habitaciones elementales (II): Aire

Frederic Leighton (1830- 1896) El jardín de una posada en Capri (1856)

Creemos que es posible fijar, en el reino de la imaginación, una ley de los cuatro elementos que clasifique las diversas imaginaciones materiales según se vinculen al fuego, al aire, al agua o a la tierra.
Gaston Bachelard, 1942

Un lugar, desde el punto de vista vital, comienza por ser un ámbito respirable y quizá sea la dimensión osmotópica, que orienta al perceptor mediante la alternancia de fragancias, la más primitiva forma de experimentarlo. No es pecar de excesiva especulación que en la almendra recóndita de todo deseo auténtico de habitar resida un aroma que ansiamos respirar.
Por ello, un poeta como don Pablo Neruda comienza por construir su casa del siguiente modo:
Yo construí la casa.

La hice primero de aire.
Luego subí en el aire la bandera
y la dejé colgada
del firmamento, de la estrella, de
la claridad y de la oscuridad.
...

Es que el deseo de habitar un lugar, es un anhelo de aire, un sueño de atmósfera, una inspiración, un soplo. La arquitectura comienza en un estado leve, evanescente, sutil. Que la piedra, el ladrillo, la madera o el metal no mitiguen esa condición primera y esencial; tal la consigna de aquellos que deberemos esforzarnos por una arquitectura tanto vivida como deseada.

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