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Dimensiones de las ceremonias del habitar. La comida (II)

Alonso Sánchez Coello (1532- 1588) Banquete real (1579)

En la comida domina el nivel sonoro de la conversación entablada. Mientras que en la mesa del desayuno se murmura quedamente, en los banquetes rebrillan todas las reverberaciones del parloteo. Hay una asociación competitiva entre el rumor de los utensilios y la inteligibilidad de los discursos, con precisas modulaciones de tono, alcance y contenido. No hay nada más incómodo que un helado silencio ante una intervención desafortunada.
Por lo general se percibe una temperatura de media a alta: pretexto a medida para el escanciado en abundancia. La dimensión termotópica de la comida es, por ello, tan acusada como la energía socialmente disponible en torno a la mesa.
Algo análogo sucede con la luz: los grandes banquetes resplandecen tanto en las luminarias como en la platería y hasta en las sonrisas. Las penumbras se reservan para las tisanas en el apartamiento íntimo.

Mientras tanto, la dimensión osmotópica es protagonista asociada íntimamente con el gusto: los aromas se ofrecen anticipatorios y solícitos al apetito, sobre todo antes de la saciedad. Luego de ésta, es buena idea ventilar la estancia o la sustitución fragante de las infusiones, a modo de despedidas olfativas de la ceremonia.

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