Claude Vignon
(1593- 1670) Escena de banquete
(1640)
La
ceremonia de la comida tiene una marcada dimensión quirotópica. Comer, en sustancia y forma, significa poner a la mano insumos y procesos transformados en
bienes buenos para comer. Alimentarse
de un modo específicamente humano consiste en un elaborado acto de meter mano
en la Naturaleza para organizar un Mundo. Conseguir la concurrencia de
productos tan heteróclitos como el café etíope, el azúcar americano y la
porcelana china tienen el doble sentido de constituir tanto una mesa europea
como vastos imperios comerciales.
Es
incalculable el esfuerzo social que demanda un banquete bien provisto. ¿Se ha
pensado cuánto trabajo —ergon—
constituye un plato de pastas? Todo plato tiene, más que una huella de carbono,
una impronta de sudor acumulado que deberíamos considerar.
¿Y
qué decir de las complejas redes del deseo? En la topografía moral tradicional,
los placeres del bajo vientre no residen muy lejos de los correspondientes a
los del alto. Gula y lujuria danzan su coreografía en el interior profundo
—intestino— del cuerpo y sus destemplanzas. Obsérvese con atención la actitud
corporal de los dos personajes en primer plano en esta escena.
Quizá
es por todo ello que la ceremonia de la comida se puebla, con la civilización,
de reglas sobreelaboradas de comportamiento: allí nace, acaso, el núcleo
originario de la etiqueta social.
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